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Sunday, May 23, 2010

Los Protocolos de los Sabios de Sión. Opiniones encontradas de Umberto Eco y el cardenal José M. Caro Rodríguez

Imagen de operamundimx.com




Umberto Eco,  en su libro ¨El Péndulo de Foucalt¨ nos brinda una teoría de conspiración donde los Protocolos de los Sabios de Sión  son un fraude histórico.
Estos protocolos no son más que un panfleto antisemita publicado por primera vez en 1903 en la Rusia Zarista, cuyo fin era el de justificar los linchamientos masivos de los judíos. El texto sería la transcripción de las reuniones de los sabios de Sión, donde se trataban los planes de una conspiración judía que, en control de la Masonería y los comunistas extenderían su control mundialmente.
Se ha discutido mucho acerca si son fraude o no. Obviamente, las posturas son encontradas, según la afiliación política y religiosa del que opine. Por ejemplo, el libro del cardenal José María Caro Rodríguez (1924) llamado ¡Misterio! Descorriendo el velo, en su capítulo 17 ¿La Masonería es instrumento del Judaísmo?, sección 136 dice al respecto:
¨Se ha discutido mucho su autenticidad, y por eso no haré mucho hincapié en él. Pero cualquiera que los lea y sepa algo de su historia no podrá menos de admirarse de la realización del plan ideado por los verdaderos o supuestos sabios de Sión, del empeño que ha hecho la Judería por sepultar en el olvido los ‘Protocolos’, primero, quemando una edición entera en Rusia, después mintiendo sobre la existencia de un ejemplar en la Biblioteca de Londres, y haciendo grandes esfuerzos para que no se publicara en Estados Unidos una edición, a tal punto que no se consiguió que ningún diario de Nueva York publicara avisos para hacerle reclamo.
Esos protocolos contienen un plan propuesto por los judíos, o por un ponente, como se dice, para realizar el ideal de la dominación universal sobre todo el mundo, bajo un gobierno judío, mediante la corrupción de costumbres, el empobrecimiento de los pueblos en favor de los judios y las continuas agitaciones y continuo descontento que haría que los pueblos se entregaran en brazos de los judíos para salvar de la anarquía y de la miseria, para ser tratados en seguida por ellos tal como han sido tratados en Rusia, bajo el soviet, cuyos jefes son casi todos judíos.¨
Palabras sumamente duras para un cardenal, y, por más que en algún rincón del capítulo aclara que no es su ánimo despertar odios contra una raza que ¨está destinada a unirse un día con los cristianos en el conocimiento y amor
de Nuestro Señor Jesucristo¨, todo el capítulo tiene connotaciones antisemitas, por lo que presumo, así será el libro.

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Una opinión distinta, hacia la que me inclino, es la del filósofo y autor Umberto Eco, quien es reconocido por la calidad y seriedad de sus escritos e investigaciones. Reproduzco acá algunos párrafos de su artículo ¨Protocolos para el antisemitismo¨, publicado en 2002 en The Guardian. Dejo abajo los links para que los lectores puedan completar sus lecturas y formar una opinión, al menos incipiente.
¨Creo que se debe hacer una distinción entre el antisemitismo intelectual y el popular. Éste es tan antiguo como la diáspora judía. Provino de una reacción instintiva de la gente común a la gente diferente, que hablaba una lengua desconocida evocadora de ritos mágicos. Un pueblo bañado por la cultura de los libros, los judíos aprendieron a leer y a escribir. Practicaron la medicina, impulsaron el comercio y prestaban dinero, de aquí el resentimiento hacia ellos como “intelectuales”. Tales fueron las raíces del antisemitismo campesino en Rusia.(......)
El antisemitismo intelectual como lo conocemos se originó en el mundo moderno. En 1797, Abbé Barruel escribió Mémoires pour servir à l'histoire du jacobinisme para mostrar que la Revolución francesa fue un complot de los caballeros templarios y los masones. Más adelante fue un italiano, el capitán Simonini, quien sugirió que por arriba de todas las perfidias estaban los judíos, que actuaban detrás de los escenarios. Fue después de esta aseveración que el argumento de una conspiración judía internacional comenzó, y los jesuitas la abrazaron como una consigna contra las sectas de los carbonarios.
La controversia se extendió por toda Europa, aunque encontró su mayor terreno fértil en Francia, donde las finanzas judías se identificaron como el enemigo a vencer. La polémica, efectivamente, fue abastecida con el combustible del legitimismo católico, pero fue en los círculos seculares y políticos donde los mal afamados Protocolos de los sabios de Sión paulatinamente tomaron forma. Éstos se publicaron durante la Rusia zarista y finalmente fueron utilizados por Hitler.
Los Protocolos fueron un refrito de un material ficticio serializado y demuestran su poca fiabilidad desde el momento en que es difícilmente creíble que “los malvados” fueran capaces de revelar sus oscuros propósitos tan abiertamente. Los sabios incluso declaran que intentan alentar el deporte y la comunicación para engañar a la clase obrera (un pasaje con más reminiscencias a Berlusconi que al judaísmo). Sin embargo, pese a lo rudimentario de las tesis, esto fue un antisemitismo intelectual. (.....) Pese a todo, la doctrina jesuística antisemita prosperó (las novelas del padre Bresciani son un ejemplo). Lo anterior, combinado con el antisemitismo burgués, que en última instancia produjo a los académicos y escritores renombrados que contribuyeron al infame diario
La difesa della razza (La defensa de la raza) y la versión de los Protocolos publicados por Julius Evola en 1937. Evola escribió que los Protocolos tenían “el valor de un tónico espiritual”. Y añadió: “Encima de todo, en estas horas decisivas de la historia de occidente, ellos no pueden ser ignorados o desestimados sin minar seriamente el frente de aquellos que luchan en nombre del espíritu, de la tradición y de civilización verdadera”.
El judaísmo internacional, Evola decía, está detrás de de las principales fuentes de la perversión de la civilización occidental. “El liberalismo, el individualismo, la igualdad, el libre pensamiento, los postulados antirreligiosos y sus varios apéndices que conducen a la rebelión de las masas y al comunismo mismo”. Para el judío era un deber “destruir cualquier trazo superviviente de orden verdadero y de civilización superior… Un judío es Freud, cuya teoría se enfoca a reducir la vida interior en instintos y fuerzas inconscientes. Otro es Einstein, que puesto el ´relativismo´en boga... Schoenberg y Mahler son los exponentes principales de la música de decadencia
Tzara es un judío, el creador de dadaísmo, el límite extremo de la degradación del supuesto arte avant garde... Esta es la raza, es un instinto que trabaja aquí… Ahora es tiempo, cuando la fuerza crece por todos lados, porque ahora el rostro del destino al que Europa podría sucumbir ha sido revelado… Puede la hora del ´conflicto´ encontrar aquellas fuerzas y reunirlas en un solo bloque de hierro fundido, irrompible e irresistible.”
(.....) las fuentes doctrinales siempre son las mismas: basta con visitar ciertas páginas web racistas o seguir la propaganda antisionista en los países árabes, para confirmar que los antisemitas no encuentran nada mejor que reciclar aquellos Protocolos absurdos.¨

REFERENCIAS
The Guardian. Agosto 17, 2002
Traducción: José Luis Durán King. Para Opera Mundi, 25 de febrero de 2010
¡Misterio! Descorriendo el Velo. Por el Cardenal José María Caro Rodríguez.

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