Herta Müller. Fotografía de Clarín.com
Herta Müller es la escritora rumana ganadora del premio Nobel 2009. Herta vive en Berlín y escribe en idioma alemán.
Aquí reproduzco parte de su entrevista telefónica con Mariana Dimopulos, para revista Eñe, publicada el día 3 de abril de 2010. ¨Hija de un hombre que fue de las SS y de una prisionera de los soviéticos, tiene motivos para pensar que nació en un mundo difícil.¨
Hija de Alemania y de Rumania hasta que consiguió el exilio, Herta Müller empezó a escribir sentada sobre un pañuelo en el descanso de una escalera. Por entonces trabajaba en una fábrica como traductora de manuales técnicos. El servicio secreto quería obligarla a convertirse en informante, y ella se negaba, a riesgo de muerte. Hija de un hombre que durante la Segunda Guerra se había enrolado en las SS nazis, y de una mujer que había pasado cinco años en un campo de trabajos forzados soviético, Herta Müller pronto supo que había nacido del lado equivocado.
En tierras bajas, su primer libro, es una vivisección descarnada y fascinante de su pueblo natal, que le valió el repudio de unos y la aclamación de otros: "Cuando aparecieron el primero y el segundo libro, aquí en Alemania, yo todavía vivía en Rumania. Y por el primer libro recibí dos o tres premios. Eso me protegió de las represalias del servicio secreto. Se dieron cuenta de que yo ya no era anónima y que no podían hacer conmigo muchas cosas que antes sí se hubiesen permitido."
Para la ganadora del Premio Nobel de Literatura, no hay separación posible entre la política y la literatura. En la larga era de Ceausescu, que gobernó Rumania durante veinticuatro años alejado de la línea soviética y con apoyo de Occidente, las mujeres debían tener cinco hijos a pesar del racionamiento de la comida, y los ajustes se volvieron tantos que, a mediados de los años ochenta, Ceausescu empezó a fomentar la cría de caballos para ahorrar nafta y evitar el uso de los coches. La minoría a la que pertenecía Herta Müller, impregnada del pasado nazi y arrinconada por el nacionalismo rumano, fue vendida (literal) de a poco a la República Federal Alemana. Por cada uno que lograba salir, se pagaban entre 4 mil y 10 mil marcos. Pero no era fácil conseguir el pasaporte al exilio, y los disidentes como ella sufrieron amenazas y persecuciones.
En tierras bajas, su primer libro, es una vivisección descarnada y fascinante de su pueblo natal, que le valió el repudio de unos y la aclamación de otros: "Cuando aparecieron el primero y el segundo libro, aquí en Alemania, yo todavía vivía en Rumania. Y por el primer libro recibí dos o tres premios. Eso me protegió de las represalias del servicio secreto. Se dieron cuenta de que yo ya no era anónima y que no podían hacer conmigo muchas cosas que antes sí se hubiesen permitido."
Para la ganadora del Premio Nobel de Literatura, no hay separación posible entre la política y la literatura. En la larga era de Ceausescu, que gobernó Rumania durante veinticuatro años alejado de la línea soviética y con apoyo de Occidente, las mujeres debían tener cinco hijos a pesar del racionamiento de la comida, y los ajustes se volvieron tantos que, a mediados de los años ochenta, Ceausescu empezó a fomentar la cría de caballos para ahorrar nafta y evitar el uso de los coches. La minoría a la que pertenecía Herta Müller, impregnada del pasado nazi y arrinconada por el nacionalismo rumano, fue vendida (literal) de a poco a la República Federal Alemana. Por cada uno que lograba salir, se pagaban entre 4 mil y 10 mil marcos. Pero no era fácil conseguir el pasaporte al exilio, y los disidentes como ella sufrieron amenazas y persecuciones.
En esta vida doble, intrincada y solitaria, la escritora fue inventando un lenguaje mordaz y minucioso por el que obtuvo un reconocimiento inmediato. Como en los casos de Franz Kafka y Paul Celan, el alemán fue la lengua de su casa y no del país donde había nacido. Así, su obra viene a confirmar que muchas veces la literatura se escribe en una lengua extranjera, aunque esa lengua sea también la propia.
Herta Müller. Fotografía de Clarín.com
-A los 15 años, cuando se fue a vivir a la ciudad, aprendió el rumano. Desde entonces usted vive en dos idiomas. ¿Sus libros son un intento de acercarlos?
-Esas dos lenguas ya están cerca, porque están dentro de mi cabeza. Y sólo tengo una cabeza. El rumano es una lengua romance con partes eslavas y el alemán es una lengua germánica. Muchas cosas son distintas. Cuando en rumano se dice "la mesa" en alemán es un sustantivo masculino. Y eso ya se vuelve otro objeto. O las flores. En alemán los lirios son femeninos y en rumano lo contrario, el lirio es un señor. Y yo siempre me hice estas preguntas, tuve que hacérmelas, porque las dos lenguas chocaban entre sí, y cuando pienso en la palabra rumana para lirio la planta se ve distinta. Como escritor, eso uno lo recibe como un regalo. Tenemos dos miradas sobre todas las cosas, y no es porque lo queramos, es simplemente así. Y eso se refleja en todo lo que hacemos, también en la escritura.
-Jorge Semprún dice en un libro que antes de la guerra tenía muy poco para contar, y después de la guerra y del campo de concentración, demasiado. ¿Usted conoce esta sensación?
-Claro, también tengo mucho para contar, pero yo estuve en una dictadura. Gracias a Dios, una dictadura no es un campo de concentración. Probablemente, el campo de concentración sea lo más extremo en métodos de vigilancia y represalias que uno puede experimentar. Supongo que cuanto más uno haya estado en un país donde existen situaciones represivas, tanto más uno tiene que vivir, ¿cómo decirlo?, con precisión. Hay que vivir con precisión para protegerse. Cada día uno ve tantas desgracias. Y las desgracias no les son indiferentes a las personas. En este sentido es que la percepción es distinta en las dictaduras, está como forzada, todo se vuelve intensivo. Y uno tiene daños. Creo que al escribir, los daños juegan un papel importante; quizá sea así para todos los autores. La gente que viene de una dictadura está dañada, y son daños que no se ha buscado. Yo hubiera preferido vivir en un país donde no hubiese tenido esas experiencias y quizás nunca escribir un libro. ¿Por qué escribir? Podría haber hecho cualquier otra cosa.
-Esas dos lenguas ya están cerca, porque están dentro de mi cabeza. Y sólo tengo una cabeza. El rumano es una lengua romance con partes eslavas y el alemán es una lengua germánica. Muchas cosas son distintas. Cuando en rumano se dice "la mesa" en alemán es un sustantivo masculino. Y eso ya se vuelve otro objeto. O las flores. En alemán los lirios son femeninos y en rumano lo contrario, el lirio es un señor. Y yo siempre me hice estas preguntas, tuve que hacérmelas, porque las dos lenguas chocaban entre sí, y cuando pienso en la palabra rumana para lirio la planta se ve distinta. Como escritor, eso uno lo recibe como un regalo. Tenemos dos miradas sobre todas las cosas, y no es porque lo queramos, es simplemente así. Y eso se refleja en todo lo que hacemos, también en la escritura.
-Jorge Semprún dice en un libro que antes de la guerra tenía muy poco para contar, y después de la guerra y del campo de concentración, demasiado. ¿Usted conoce esta sensación?
-Claro, también tengo mucho para contar, pero yo estuve en una dictadura. Gracias a Dios, una dictadura no es un campo de concentración. Probablemente, el campo de concentración sea lo más extremo en métodos de vigilancia y represalias que uno puede experimentar. Supongo que cuanto más uno haya estado en un país donde existen situaciones represivas, tanto más uno tiene que vivir, ¿cómo decirlo?, con precisión. Hay que vivir con precisión para protegerse. Cada día uno ve tantas desgracias. Y las desgracias no les son indiferentes a las personas. En este sentido es que la percepción es distinta en las dictaduras, está como forzada, todo se vuelve intensivo. Y uno tiene daños. Creo que al escribir, los daños juegan un papel importante; quizá sea así para todos los autores. La gente que viene de una dictadura está dañada, y son daños que no se ha buscado. Yo hubiera preferido vivir en un país donde no hubiese tenido esas experiencias y quizás nunca escribir un libro. ¿Por qué escribir? Podría haber hecho cualquier otra cosa.
-En su última novela, "Atemschaukel" (Vaivén de la respiración), el protagonista dice: "para mí mismo soy un mal testigo".
-Eso es porque la memoria es un terreno muy complicado. ¿Qué significa el recuerdo? ¿Quién se acuerda de qué? Cuando la gente recuerda lo mismo, muchas veces los recuerdos son muy distintos, porque los recuerdos son individuales, son propiedad privada, los construimos en la propia cabeza. Mientras uno experimenta las cosas no tiene tiempo, además, de reflexionar sobre lo que pasa. Y el recuerdo viene de la memoria, pero también de las heridas, los daños que uno arrastra consigo. Y también nos pueden obligar a recordar; es como un estado en el que uno se encuentra. Por eso el recuerdo no es un relato que uno va buscando libremente, el recuerdo también es algo torturante. El protagonista de Atemschaukel está escribiendo con una distancia de sesenta años, se ha convertido en un hombre viejo.
-Eso es porque la memoria es un terreno muy complicado. ¿Qué significa el recuerdo? ¿Quién se acuerda de qué? Cuando la gente recuerda lo mismo, muchas veces los recuerdos son muy distintos, porque los recuerdos son individuales, son propiedad privada, los construimos en la propia cabeza. Mientras uno experimenta las cosas no tiene tiempo, además, de reflexionar sobre lo que pasa. Y el recuerdo viene de la memoria, pero también de las heridas, los daños que uno arrastra consigo. Y también nos pueden obligar a recordar; es como un estado en el que uno se encuentra. Por eso el recuerdo no es un relato que uno va buscando libremente, el recuerdo también es algo torturante. El protagonista de Atemschaukel está escribiendo con una distancia de sesenta años, se ha convertido en un hombre viejo.
-Apelando a la idea de la culpa colectiva, en 1944 la ocupación rusa en Rumania envía a aquellos alemanes que no estaban participando de la guerra a los campos de trabajo. ¿Las circunstancias se asemejan un poco al Lager de los nazis?
-Diría que las condiciones no son similares. En el campo de concentración son muy distintas que en el campo de trabajos forzados, ya desde la intención. En el campo de concentración había judíos, pero también homosexuales, enemigos del Estado –lo que los nazis entendían por enemigos del Estado–, o discapacitados. Todos estaban ahí para que los asesinaran. Esa era la meta: la extinción. El objetivo de los otros campos era la reconstrucción de Rusia –así lo llamaban. Por supuesto, eso era el estalinismo más puro, era implacable, horrible, y podía acabar en la muerte, pero esa no era la intención. Que dejaran que la gente se muriese de hambre, que la hayan atormentado así, todo eso venía por añadidura, pero la intención no era el exterminio, mientras que en el campo de concentración sí lo fue.
-Diría que las condiciones no son similares. En el campo de concentración son muy distintas que en el campo de trabajos forzados, ya desde la intención. En el campo de concentración había judíos, pero también homosexuales, enemigos del Estado –lo que los nazis entendían por enemigos del Estado–, o discapacitados. Todos estaban ahí para que los asesinaran. Esa era la meta: la extinción. El objetivo de los otros campos era la reconstrucción de Rusia –así lo llamaban. Por supuesto, eso era el estalinismo más puro, era implacable, horrible, y podía acabar en la muerte, pero esa no era la intención. Que dejaran que la gente se muriese de hambre, que la hayan atormentado así, todo eso venía por añadidura, pero la intención no era el exterminio, mientras que en el campo de concentración sí lo fue.
-¿Cree que podría haber tocado este tema antes en Alemania?
-No lo sé. Recién ahora aparecen en Rumania libros al respecto, esas memorias de la gente sencilla que estuvo ahí. Hasta hace poco, allá en Rumania el tema también era tabú, y los archivos se abrieron con la muerte de Ceaucescu para los historiadores. Antes no hubiéramos podido acceder a esa información. Y la gente tenía miedo porque estaba prohibido hablar del tema. Alguien que ha estado por 5 años en uno de esos campos, y vuelve, va a respetar la prohibición. Porque una persona así está domesticada y queda temerosa para toda la vida. Y no sé qué hubiera pasado si hubiese intentado escribir sobre esto hace 15 años. Quizás el público no hubiera tenido la distancia suficiente, o lo hubieran tomado como si lo estuviera poniendo al mismo nivel que un campo de concentración y entonces hubiera habido problemas, pero no es lo mismo.
-Hace poco publicó un artículo sobre las actividades del servicio secreto rumano, la Securitate, que la persiguió y que motivó su exilio de Rumania. Y según ha experimentado en Bucarest, sigue activo. ¿Qué cree del futuro de Rumania?
-Me gustaría que se convirtiera en un Estado democrático. Pero creo que Rumania ya ha profundizado demasiado la marcha en un rumbo equivocado. Todas las viejas redes y la gente de la Securitate, por ejemplo, los antiguos caciques del partido, han asumido las posiciones decisivas del país. Lo mismo ocurrió con la privatización, son dueños de casi todas las empresas. A ellos les pertenecen las cosas, se sirven los unos a los otros, se conocen de antes y se sirven mutuamente. Por ejemplo, se había abierto una oficina que se ocupaba de los crímenes del comunismo, y ahora la unieron a otra. El jefe de la primera había trabajado muy bien, en el correr de los años fue encontrando muchas tumbas colectivas y anónimas, en los bosques, en los campos adonde llevaban a la gente en ese tiempo. El hizo que sacaran a esa gente de ahí y la enterraran. Entretanto, la política oficial de Rumania empezó a considerarlo como algo molesto. Y todo va ocurriendo de esta forma, ésta es la tendencia. Además, la corrupción es tan grande, y todo eso tiene que ver con los viejos tiempos.
-No lo sé. Recién ahora aparecen en Rumania libros al respecto, esas memorias de la gente sencilla que estuvo ahí. Hasta hace poco, allá en Rumania el tema también era tabú, y los archivos se abrieron con la muerte de Ceaucescu para los historiadores. Antes no hubiéramos podido acceder a esa información. Y la gente tenía miedo porque estaba prohibido hablar del tema. Alguien que ha estado por 5 años en uno de esos campos, y vuelve, va a respetar la prohibición. Porque una persona así está domesticada y queda temerosa para toda la vida. Y no sé qué hubiera pasado si hubiese intentado escribir sobre esto hace 15 años. Quizás el público no hubiera tenido la distancia suficiente, o lo hubieran tomado como si lo estuviera poniendo al mismo nivel que un campo de concentración y entonces hubiera habido problemas, pero no es lo mismo.
-Hace poco publicó un artículo sobre las actividades del servicio secreto rumano, la Securitate, que la persiguió y que motivó su exilio de Rumania. Y según ha experimentado en Bucarest, sigue activo. ¿Qué cree del futuro de Rumania?
-Me gustaría que se convirtiera en un Estado democrático. Pero creo que Rumania ya ha profundizado demasiado la marcha en un rumbo equivocado. Todas las viejas redes y la gente de la Securitate, por ejemplo, los antiguos caciques del partido, han asumido las posiciones decisivas del país. Lo mismo ocurrió con la privatización, son dueños de casi todas las empresas. A ellos les pertenecen las cosas, se sirven los unos a los otros, se conocen de antes y se sirven mutuamente. Por ejemplo, se había abierto una oficina que se ocupaba de los crímenes del comunismo, y ahora la unieron a otra. El jefe de la primera había trabajado muy bien, en el correr de los años fue encontrando muchas tumbas colectivas y anónimas, en los bosques, en los campos adonde llevaban a la gente en ese tiempo. El hizo que sacaran a esa gente de ahí y la enterraran. Entretanto, la política oficial de Rumania empezó a considerarlo como algo molesto. Y todo va ocurriendo de esta forma, ésta es la tendencia. Además, la corrupción es tan grande, y todo eso tiene que ver con los viejos tiempos.
Para leer la entrevista completa
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/04/03/_-02171969.htm
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