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Tuesday, November 9, 2010

Las escritoras argentinas del SXIX

Juana Manuela Gorriti. Imagen bajada de fiona-harrypottermoms.blogspot.com

La información no circula demasiado en la escuela, ni en los medios de comunicación masiva, ni siquiera en las efemérides. Pero lo cierto es que en el complejo proceso formativo de la que tardó muchos años en ser la “nación argentina”, también hubo escritoras, profundamente comprometidas con su desarrollo. Ya desde los albores de la independencia, se constatan participaciones de mujeres en los diarios de la época (El Censor, El Observador Americano, El Centinela, La Prensa Argentina). Casi siempre eran textos que las autoras no firmaban con sus nombres y apellidos, pero que reivindicaban derechos para el género (el derecho al estudio, sobre todo) o presentaban reclamos y quejas sobre diversos asuntos. 

Juana Paula Manso, considerada la primera activista feminista argentina. Foto de Wikipedia.org

El 16 de noviembre de 1830 apareció la que se considera como primera publicación periodística femenina, dirigida por Petrona Rosende de Sierra: La Aljaba, una hoja que dejó de salir pronto, desalentada por las burlas masculinas y las dificultades económicas. Después de la caída de Rosas en 1852, los nuevos aires que estimulaban la libertad de pensamiento se expresaron también en publicaciones periódicas dirigidas y escritas por mujeres, así como en otras no dirigidas por mujeres pero donde éstas tenían una fuerte presencia, aunque firmasen con seudónimos. Podemos nombrar: La Camelia (1852), La Educación (1852), Album de Señoritas (1854), La Flor del Aire (1864), La Siempreviva (1864), La Ondina del Plata (1875-1879), La Alborada del Plata (1877-1878; segunda época 1880), que luego cambió su título por el de Alborada Literaria del Plata (1880); El Album del Hogar (1878-1880); El Pensamiento (1895, desde el N° 3); Búcaro Americano (1896-1906); La Revista Argentina (1902-1905). Hacia fin de siglo aparece incluso un periódico anarco-comunista: La Voz de la Mujer. Periódico Comunista-Anárquico (1896-1897), que combatía por los derechos femeninos, en particular los laborales.En sus etapas iniciales este movimiento de mujeres letradas compartía, en general, un feminismo discreto: no hubo en la Argentina post-Caseros agresivas sufragistas al estilo anglosajón. Incluso las que expresaban, en forma clara y directa, como Juana Manso, ideas radicales sobre la necesidad de “emancipación moral” de la mujer, sobre la urgencia de ilustrarla y liberarla de su subalternidad respecto al varón (en cuanto a la educación, el trabajo y la administración de sus bienes), no abogaban aún por la entera igualdad de derechos civiles ni por la concesión de derechos políticos; María Eugenia Echenique (1851-1878) , bastante más joven, defiende la necesidad de integrar a las mujeres como sujetos activos del proceso económico, y quiere arrancarlas de su exclusiva destinación maternal y sentimental. Pero de todas maneras la misma Echenique no se aparta del tópico nuclear: ilustrar a la mujer, no sólo para convertirla en fuerza productiva sino para que pueda cumplir la misión más alta a la que ha sido destinada: la de “enseñar al género humano”. Esta idea, esta figura: la mujer educadora, que debe estar al nivel del varón en el progreso intelectual, era la que más frecuentemente se sostenía como desiderátum en los circuitos culturales donde las mujeres actuaban, a veces junto a los varones; así sucedía en las revistas literarias, o en debates (que luego serían publicados) como los de las Veladas Literarias de Juana Manuela Gorriti en Lima. Y se la presentaba para que fuese aceptada como verdadero imperativo de las nuevas naciones sudamericanas que debían formar generaciones cultas de buenos ciudadanos.
REFERENCIA:
Primeros párrafos del artículo de María Rosa Lojo ¨Al margen del canon¨, para Revista Eñe de cultura.
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