Familienporträt. German Federal Archive.
El hombre a quien los niños llamaban ¨tío¨, se despidió de sus acompañantes con unas breves palabras, y se recluyó en su habitación con su flamante esposa. El Ministro de Propaganda, miró a su vez a la suya, desconsolada, y percibió que su llanto escondía razones más allá de lo escuchado. El hecho los forzó a tomar la decisión largamente discutida; sin perderse en reflexiones, volcarían sus esperanzas en otro credo que prometiera el regreso. Asintiendo al doctor, la apartó del grupo, y asegurándole que no habría dolores ni sufrimientos, cuidadosamente puso las ampollas en sus manos.
Ella comprobó que sus seis hijos ya estaban sedados, y uno a uno fue vertiendo el contenido mortal en sus bocas. Pálida y serena, del brazo de su marido, subió los escalones hacia el jardín, con la plena convicción que la historia del soñado Imperio debiera nutrirse de más muestras de amor y fidelidad al líder.
Estoico a su lado, Goebbels llamó al soldado y le encomendó no olvidar que su cuerpo y el de Magda debieran ser incinerados inmediatamente luego de la ejecución planeada detrás del bunker.
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