La muerte del Minotauro. Arte digital de Myriam B. Mahiques
A partir de cada amanecer, estaría mirando el horizonte marítimo en espera de quien tanto amaba, con ese dulce sentimiento que, a su edad, había surgido de repente, de los vahos del veneno esparcidos por el piso, de una vieja espada reconocida, y de la expectativa de su valiente regreso saciada.
Cuando divisó las velas negras, entendió que los dioses le eran adversos, y no podría sobornarlos con joyas innecesarias a su poder; consideró entonces, que la esperanza sería el mejor ofrecimiento, y les rogó por un milagro, una vida a cambio de la otra. Con el corazón desecho, el rey Egeo se lanzó al mar.
Teseo, descubrió así que las velas equívocas materializaron la venganza del ser más solitario de la tierra, quien, tras la algarabía de su muerte, le hizo morder de sus propios sentimientos.
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