Lake Geneva. Arte digital de Myriam B. Mahiques
Las fuertes olas del lago habían amenazado con zozobrar el bote, y el joven poeta pensó en dejarse morir pasivamente, aunque intuía que de caer al agua, su mundialmente famoso amigo, con dotes de gran nadador, seguramente lo salvaría.
El humillante incidente casi logró quebrar sus últimos vestigios de creatividad, de no haber sido por la culminación del paseo en el Castle of Chillon. Todos esos nombres de seres anónimos, garabatos desesperados en las paredes de la prisión, fueron suficientes para reflotar su autoestima; y así prometió a Lord Byron que escribiría un tributo a los cientos de muertos por las manos del tirano:
…I vowed that I would dedicate my powers
To thee and thine –have I not kept the vow?
With beating heart and streaming eyes, even now
I call the phantoms of a thousand hours
Each from his voiceless grave….
Casi dos siglos después, millones de nombres anónimos navegan en redes virtuales leyendo los poemas de Percy Shelley, agradecidos por sus momentos de inspiración.
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