Esfera 2C. Pintura digital de Myriam B. Mahiques
He encontrado en la revista literaria Baquiana.com de Miami, EEUU, Año VIII, No 43/44, un bello texto del poeta, arquitecto, antólogo, traductor y escritor Danilo López.
Sin haber llegado al final, ya me había atrapado con su relato, sabía que algo tenía en común con mi profesión, dado su estilo y la comparación que hace con la esfera. Voy a reproducir párrafos del texto publicado en Baquiana.com, no sin antes declarar mi punto de vista contrario al de Danilo, para mí, Borges era más grande que Darío....
Esfera 3. Pintura digital de Myriam B. Mahiques
Rubén Darío invento la rueda. Pero en vez de hacerla cuadrada, como todos la conocían, la hizo esférica. No redonda, como otros la inventarían después. Esférica.
Hay una diferencia entre la rueda redonda, que es una sección de cilindro o de esfera, y una esférica. La rueda redonda necesita que una fuerza la empuje para cambiar de dirección.
En cambio la rueda esférica, al menor impulso, tiene la capacidad de moverse en cualquier dirección. En infinitas direcciones. Y es por eso mismo más apta para explorar el campo de las infinitas posibilidades.
Simples pruebas de la invención de Rubén, son las declaraciones de grandes poetas tanto nicaragüenses como no nicaragüenses de todas partes del mundo. Los elogios de críticos contemporáneos de Darío y no contemporáneos, los artículos, estudios, publicaciones y traducciones que de su obra siguen apareciendo al día de hoy.
La esfera de Rubén se ha movido en infinitas direcciones desafiando el impulso inicial que según las leyes de la física newtoniana llegaría algún día al reposo absoluto. Su movimiento sigue a través del tiempo y del espacio. No me refiero a movimiento literario –aunque el Modernismo como escuela, sacudió los cimientos del idioma castellano hasta hacerlo Nuevo, y a pesar de que Rubén decía que no había escuelas sino poetas.
Escritores bien disímiles entre si han reconocido en Rubén a su maestro. (.....)
Hago alusiones a formas geométricas porque estudie arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Teníamos profesores graduados de nuestro país, de Canadá, Brasil, Alemania y Estados Unidos, por lo que estuvimos expuestos a una diversidad de escuelas de diseño y de teorías del arte. Pero cuando nos toco discutir a Rubén Darío –porque en la escuela se hacia mucha poesía– el fue el Puente de unión. (.....)
De así cómo no se pueden concebir en física un Stephen Hawkin sin antes haber tenido un Einstein y un Newton y unCopernico y un Galileo, tampoco hubiéramos tenido, en poesía, a Neruda, Borges y tantos otros, sin un Rubén. En vez de eso, les voy a referir una anécdota personal.
Dos años después de haber conocido a Jorge Luis Borges, este murió en Suiza. Borges, como ustedes sabrán, recibió casi todos los más importantes premios literarios del mundo, excepto el Nóbel. El Nóbel no se merecía a Borges. Borges era demasiado grande. Y piensen: Rubén era más grande que Borges. En 1984-85 me tocó trabajar como diplomático en la embajada de Nicaragua en Portugal. Un día, mientras leía el periódico me encontré con la noticia de que el gran escritor argentino daría una conferencia de prensa en la embajada de su país en Lisboa. Pero cuando llegué a la embajada, ya todo mundo se había retirado. Veo a una amiga periodista que va saliendo del edificio. Le pregunto: “Todavía está ahí?” “Sí”, me dice ella sabiendo de quien le hablo. “Vamos, yo te llevo.”
Él habla, y es como si los tigres y leopardos que menciona en sus libros se materializaran ante nosotros. Innumerables lugares y sortilegios emergen en nuestras mentes. Se está alistando para salir ayudado por María Kodama. Diana se atreve: “¡Don Jorge! Traigo a un amigo nicaragüense que le quiere pedir su autógrafo”. “Por supuesto”, le contesta él. Y luego exclama: “¡Aaah! ¡Nicaragua! ¡La patria de Rubén Darío!” y empieza a declamar “Desde la Pampa” de El Canto Errante:
Yo os saludo desde el fondo de la pampa, yo os saludo
Bajo el gran sol argentino
Y luego cambia:
Margarita, está linda la mar
Y el viento lleva esencia sutil de azahar
Yo veo a los elefantes marchar a lo largo de la playa, y a la princesa traviesa que suspira por la estrella refundida en los confines celestiales. Veo a Los Raros, innovadores capturados por Darío en su crítica literaria. Un monstruo que se esconde en lo oscurano de una casa colonial de León. El mítico Caupolican sigue su viaje con el rudo tronco sobre el hombro a través de centenares de días y leguas. Escucho una canción al oro, las noches de Paris, la prensa en Chile. La prolongada enfermedad. La muerte gradual.
Todavía está estrechando mi mano mientras declama. No quiero moverme, por miedo a romper el encanto. Hasta que son sus dedos temblorosos los que se apartan y escriben un garabato en mi libro.
“¡Nicaragua!” Vuelve a exclamar, y como con los tigres, aparece el país ante nuestros ojos, sus extensos campos de maíz, el calor de los algodonales, el refresco de pitahaya tomado en el puerto de Chinandega. Las calles coloridas del mercado de Masaya, con sus hombres y mujeres dando tumbos unos contra otros. Las mitades maduras de melón, abiertas en la plaza central.
Ignoro que es lo que ve Diana, pero yo me siento el nieto privilegiado cuyo abuelo incendia la imaginación con los cuentos de Las Mil y Una Noches y La Monja y el Ruiseñor.
Un puente tendido por Rubén Darío, en un lugar extraño, entre dos desconocidos, muchos años después. La rueda de Rubén nos llevo hasta ahí. Y su esfera mágica, me enseñó en ese momento que los escritores tienen la memoria de papel, que los libros de Rubén son la memoria de su vida, que sus poemas son la relación de los siglos.
Su esfera nos ha transportado a la génesis del mundo y a su obliteración. Hemos presenciado la redención de la humanidad tomados de la mano de Jesús. Hemos sido testigos de la construcción de Babilonia y las pirámides de Egipto. Hemos recreado historias de gángsteres y traidores, de años felices y males menores.
Darío hizo del exilio, nuestra residencia en la tierra. Nos hizo ver la explosión de un cúmulo de retratos, de un mosaico de leyendas, de la agonía del deseo, de trampas inesperadas.
La humanidad está en continua evolución y nuestra constante búsqueda de la verdad debe pasar por continuas esferas que crecen, que se engloban unas a otras. No es que el romanticismo sea negado por el simbolismo; ni que el simbolismo sea anulado por el modernismo y luego por el formalismo, el estructuralismo, el de-constructivismo, el integralismo, etc., etc., etc. Son esferas de verdad que se complementan unas a otras.
Por si algo mínimo le debemos a Darío, es la invención de realidades, el lenguaje de la fantasía, la sospechosa simplicidad del idioma. Desde mi encuentro con Borges, que fue un reencuentro con Rubén, las cuerdas de mi país se disolvieron en un poema vectorial que aún hoy esta en desarrollo. La búsqueda no se detiene. Y nuestro deber como personas, poetas o no, es continuar la herencia de Darío por esta búsqueda del Canon: la Verdad, la Belleza, la Bondad.
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