Ailurofobia. Arte digital de Myriam B. Mahiques
Esa madrugada desperté con el pulso acelerado, el sudor frío pegado en mi cuerpo. Los había presentido hurgando en el jaulón, al menos uno de ellos. Dicen que tienen un sexto sentido, pero no pudieron con el mío. Llamé a gritos a papi, quien salió disparado y a los insultos, a defender a sus pequeñas mascotas.
La fobia no siempre es consciente y solemos fallar en hallar sus orígenes. Pero yo he identificado las raíces de la mía.
Todo empezó cuando siendo bebé escuché los gemidos y gritos de otros –supuestos- infantes abandonados, por quienes sentí empatía absoluta e inmediata.
A medida que crecí y me fui aculturando, formulé la hipótesis del abandono que comprobé cuando de niña, acompañé a mami y los tíos a limpiar la casa de la abuela, cerrada por algunas semanas. Consternados, encontramos los lactantes despatarrados y secos en el piso de la cocina, en medio de los destrozos de un par de platos de porcelana inglesa, señal póstuma que la madre estuvo allí, pero huyó ante la muerte de la anciana señora.
Mi teoría de probabilidades fue comprobada otra vez, cuando los encontré inertes y polvorientos en el terreno vecino a la oficina donde trabajaba. En esta ocasión – aparentemente- la madre huyó asustada por el ruido de las palas excavadoras.
Como muestra bastaron varios botones y, no he de culpar a los gatos traicioneros de Poe. Sencillamente, les tomé aversión o, en la jerga moderna, soy víctima de la ailurofobia.
Hola Myriam, estoy entrando esporádicamente a los blogs y leo todo junto, no había visto tus premios literarios!!! Felicitaciones por un logro muy merecido! Espero verte publicando un libro pronto. Un abrazo grande!
ReplyDeleteMuchas gracias Silvia por los buenos augurios!
ReplyDeleteUn beso