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Tuesday, March 9, 2010

Manzanas vs Uvas, protestantes vs católicos


Los manzanos han sido de gran importancia para los primeros colonos norteamericanos. Ellos son la memoria del confort del hogar, y lo más importante, su plantación regular era una victoria contra el paisaje salvaje. Plantar manzanos implicaba arraigarse a la tierra: un árbol de manzanas tarda diez años en crecer plenamente. La manzana sigue siendo aún una fruta muy preciada en EEUU y prueba de ello es el ¨culto¨ a la sidra desde la celebración de Thanksgiving hasta fin de año. Lo curioso, es que esta sidra que se ofrece generalmente caliente, y con canela, no contiene alcohol.
Según el escritor Michael Pollan, en su libro ¨The Botany of Desire¨ (Random House, New York, 2001), parece ser que el gran consumo de sidra, tiene su origen en la analogía del Jardín del Edén con la nueva tierra donde desembarcaron los primeros puritanos. Así, América se convertiría en un segundo Edén. Sin embargo, la manzana como la fruta de la tentación, es una interpretación del norte europeo en la edad media, probablemente por su dulzura, y claro está que la fruta no está expresamente mencionada en la Biblia, al punto que algunos estudiosos hablan de la granada. Las pinturas de Dürer y Cranach, han colaborado en fijar el concepto religioso de la manzana. Luego de sus cuadros, sería impensable recrear el paisaje del nuevo mundo sin el manzano. Especialmente para los protestantes, ya que había una vieja tradición en el Norte de Europa relacionando a las uvas –que proliferaban en las tierras latinas cristianas- con la corrupción de la iglesia católica, por lo tanto, la manzana sería una fruta mucho más casta a los ojos protestantes. El vino, se asocia al acto de consagración, pero, el Viejo Testamento también advertía acerca de las tentaciones del jugo de las uvas. Sin embargo, nada se dice de la sidra, la cual sería un afortunado ¨pase libre teológico¨ para los temerosos puritanos, que encontrarían en ella un confort para sus corazones.
Los norteamericanos están fuertemente inclinados a beber sidra de esas estimadas manzanas, y después de todo, en las colonias y fronteras, no había más que beber.


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