Il Bibliotecario. De Giuseppe Arcimboldo. 1566. Google Images
De todas las carreras conocidas, la suya era la menos popular, el oficio de encerrarse en sótanos, catalogando mecánicamente para salir a la luz cada tanto, a dar alguna recomendación a quien exclusivamente la solicitara. En secreto, amaba acariciar los lomos de los libros, llenarse del olor que desprendían al hojearlos, y fundamentalmente darles una ubicación que sería más o menos ventajosa al autor, según el poder de su criterio.
Su vida había transcurrido sin sobresaltos en la oscura rutina acondicionada del depósito central, hasta que trajeron la máquina. Así, a secas como él la había llamado. Temía acercarse, pero a instancias del jefe, debía amigársele. Ella era el alimento de los Kindles, la organizada acumulación de constantes obras virtuales. El jefe dijo ¨hay que hacer lugar a la digitalización¨; viéndole el lado positivo, a menos volúmenes, mayor distensión en la vejez que lo había alcanzado.
Se le acercó tímidamente y tipeó una entrada: ¨Ciencia Ficción¨, increíblemente, vacía. Probó entonces con los nombres de sus autores destacados, y los vió ubicados en ¨Predicciones Acertadas¨. Tipeó ¨Medicina¨, y encontró ¨Historia médica¨, luego, ¨Arquitectura¨ dió paso a ¨Biodiseño¨, ¨Biourbanismo¨, ¨Emergencias y Complejidad¨; ¨Cocina¨, -reemplazada por ¨Manipulación alimenticia molecular¨-, resultó en ¨Arts and Crafts¨; ¨Historia,¨ devino en ¨Psicohistoria¨ e ¨Historias fehacientes¨; Arqueología en ¨Recreación de clones arqueológicos¨, ¨Economía¨ en ¨Crisis Económica Mundial¨, ¨Zoología¨ desglosada en ¨Criptozoología¨, y... . Ahí decidió apagarla. El bibliotecario tomó el escobillón olvidado, y con la mirada bien baja, empezó a barrer afanosamente hasta dejar brilloso el último rincón del recinto.
No comments:
Post a Comment