La rendición del gral. Lee. Imagen de http://karenswhimsy.com/
En Wisconsin o en Texas o en Alabama los chicos juegan a la guerra y los dos bandos son el Norte y el Sur. Yo sé (todos lo sabemos) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece, pero también sé imaginar que ese juego, que abarca más de un siglo y un continente, descubrirá algún día el arte divino de destejer el tiempo o, como dijo Poetr Damiano, de modificar el pasado.
Si ello acontece, si en el decurso de los largos juegos el Sur humilla al Norte, el hoy gravitará sobre el ayer y los hombres de Lee serán vencedores en Gettysburg en los primeros días de julio de 1863 y la mano de Donne podrá dar fin a su poema sobre las transmigraciones de un alma y el viejo hidalgo Alonso Quijano conocerá el amor de Dulcinea y los ocho mil sajones de Hastings derrotarán a los normandos, como antes derrotaron a los noruegos, y Pitágoras no reconocerá en un pórtico de Argos el escudo que usó cuando era Euforbo.
Jorge Luis Borges, La cifra (Buenos Aires: Emecé, 1986) 33
Literatura, no más que literatura, porque admitir más de un pasado es admitir un número infinito de ellos floreciendo al mismo tiempo, bloqueando el presente con infinitas historias en proceso. No sólo lo que ha sido y su contrario: en vez del Norte, el Sur, en vez de vivo, muerto; en vez de derrota, victoria; pero además todo al unísono, el Este y el Oeste, el herido o lisiado, las guerras que no fueron o que fueron tablas o que pactaron otras cosas y todo al unísono, todas las opciones ocurriendo y no ocurriendo.
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