En esta página del Códice Laud se ve la vagina telúrica por la que un hombre muerto regresa al Mictlan, el reino de los muertos. La entrada al Mictlan es por las fauces que tienen colmillos y fuertes dientes, y que además semejan las de un lagarto ¿o serpiente? del dios/diosa Tlaltecuhtli, también llamada el monstruo de la tierra. Abajo se ve untécpatl, cuchillo, que subraya la idea del sacrificio con la que está asociada la vagina dentada y el dios/diosa Tlaltecuhtli. Códice Laud, p. 21. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces
UNA IMAGEN DE ALCANCES ECUMÉNICOS
Diversos estudios antropológicos han documentado la presencia del simbolismo mítico de la vagina dentada en distintos tiempos y geografías. La dinámica inherente al campo significante de este símbolo implica múltiples reinterpretaciones, sin que estos procesos de reformulación agoten su sentido primordial. Desde luego, esta observación es pertinente para la cosmovisión mesoamericana en tanto los símbolos operan como condensaciones expresivas que corresponden al mundo interior (el aparato psíquico) y se manifiestan en valoraciones sociales.
Para comprender la complejidad del espectro simbólico de la vagina dentada es preciso trascender las fronteras de los estudios antropológicos y, más explícitamente, la bibliografía referida a Mesoamérica. El tema ha motivado la atención de investigadores de la talla de Mircea Eliade, Roheim, Gaston Bachelard, Kardiner, Deveraux y Claude Lévi-Strauss, entre otros autores, quienes han examinado el amplio abanico de sus imágenes: de la mitología griega a las tribus australianas y amazónicas; de la literatura a la plástica, y a sus paralelismos en la clínica psicoanalítica. En el siglo xix Edward Burnett Tylor, pionero de la antropología, observó que el estudio de la vagina dentada equivalía a “un escollo con el que tantas veces han tropezado los historiadores”. Debemos a Robert Gessain (1957) un ensayo que reúne sugerentes reflexiones al examinar el fantasma de la vagina dentada desde la perspectiva del psicoanálisis y la mitología, partiendo del estudio que Marie Bonaparte realizara de la obra de Edgar Allan Poe, notable literato cuya impotencia explica en el marco simbólico inherente a la castración. Gessain propone que la imagen de la vagina dentada no se presenta aisladamente, por una parte en un contexto clínico y por otra en las ideas fantasmagóricas del cuerpo. Plantea la posibilidad de hablar de un síndrome en tanto que remite a las proyecciones imaginarias en torno a las analogías corporales (desde la óptica de la “madre fálica”). En el análisis de las mitologías realizado por Gessain (en el que equivocadamente afirma que el tema de la vagina dentada es desconocido en América Central) son evidentes las encrucijadas cognoscitivas implícitas en la imagen. En relación con las tribus indoamericanas, apunta que, a finales del siglo XIX, el antropólogo Franz Boas estableció el motivo temático y, más tarde, identificó 22 versiones míticas en su estudio comparativo sobre los tsimchian. Es imprescindible recordar los diferentes abordajes de Lévi-Strauss en sus Mitológicas. Así, por ejemplo, en Lo crudo y lo cocido refiere un mito toba-pilagá en el que las mujeres de vagina dentada bajan del cielo y roban la comida de los cazadores. Un relato procedente del Chaco explica que el héroe mítico Carancho rompió los dientes vaginales de las mujeres, posibilitando de tal manera la copulación y la consecuente reproducción humana. Siguiendo estas pistas, Lévi-Strauss (1972) sustenta su “teoría de los orificios” (anticipada por Sartre en su célebre obra El ser y la nada), y en El hombre desnudo considera que las imágenes míticas de las mujeres con vagina dentada deben examinarse como “sobrevivientes de un desorden primitivo”.
Referencia:
Reproducción del texto introductorio del Dr. Félix Baez Jorge. Para la revista Arqueología Mexicana.
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