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Friday, September 9, 2011

El Matadero de Esteban Echeverría ilustrado con las fotos de Sameer Makarius


He leído El Matadero del escritor argentino Esteban Echeverría el año pasado. Curiosamente, no me tocó leerlo en el colegio, y tal vez fue una suerte, porque no hubiera sabido apreciar el pintoresquismo social y urbano de la vieja Buenos Aires.
La buena noticia es que este libro ahora se ha editado con las fotografías que tomó Sameer Makarius del matadero en 1961, gracias a la labor de su hijo Karim.
Al respecto, reproduzco aquí la nota de Laura Casanovas para Revista Eñe de cultura y dejo el link para quienes quieran leer El Matadero:



La palabra matadero en la Argentina significa mucho más que el lugar donde se mata al ganado destinado al abasto público. Remite a la historia política, económica, social y cultural del país.
En ese espacio preciso, Esteban Echeverría hizo transcurrir su relato El Matadero. Escrita en 1838, esta ficción condensa la oposición irreconciliable entre unitarios y federales, que arrojó tanta sangre en la historia argentina como la derramada allí donde el ganado encuentra su inexorable muerte.
La capacidad descriptiva del relato, fundacional para la narrativa argentina, lo llevó a imágenes realizadas por grandes artistas, como lo demuestran las xilografías de Adolfo Bellocq, las tintas y acuarelas de Carlos Alonso y las ilustraciones de Enrique Breccia.
A esta historia iconográfica hay que sumar la serie de fotografías de Sameer Makarius en un frigorífico, en 1961. Si bien no se trata en este caso de una transposición visual del relato de Echeverría, la filiación se impone al recordar la identidad agro-ganadera del país. La Fundación Alon expone cuarenta imágenes de las 168 que totaliza este trabajo de Makarius, nunca antes exhibido.
Nacido en Egipto y luego de vivir en distintos países, Makarius llegó a la Argentina en 1953, donde residió hasta su muerte, hace dos años. Si bien fue también pintor, vinculado tanto en Europa como en nuestro país con las tendencias de la geometría constructivista, se lo conoce principalmente por su intensa y consagrada labor fotográfica. La cámara fue en sus manos una herramienta para adentrarse en esa ciudad de Buenos Aires donde eligió vivir. Lo atestiguan sus reconocidos libros Buenos Aires y su gente (1960) y Buenos Aires, mi ciudad (1963).
Un día de 1961, el artista decidió pasar 24 horas en un frigorífico. Tomó la Leica 35 mm. y hacia allí se dirigió. El resultado es el impactante conjunto de imágenes sobre la actividad de un frigorífico en esa época: desde el ingreso del ganado hasta el momento de descanso de los trabajadores luego de la tarea cumplida.
En esta serie se combina la pretendida objetividad de la fotografía documental con la mirada artística que busca algo más que el registro de un instante. Makarius no emplea flash ni luces adicionales. El interior del frigorífico presenta una atmósfera un tanto lúgubre en medio de la cual se destacan los focos de luz como pequeños círculos incandescentes, que producen un brillo sobre el líquido –la sangre– que inunda el piso.
La cámara, asimismo, logra transmitir el movimiento de la acción entre los cuerpos de los trabajadores y los de las inertes reses en una lucha entre dos adversarios definitivamente desiguales.
Algunas fotografías de la muestra presentan un tamaño mayor. Eso permite observar, según comentó a Ñ el hijo del artista, Karim Makarius, la importancia otorgada por su padre a esta serie al conferirle a un conjunto de imágenes una medida más grande que la que era usual en aquella época.
En ocasión de esta exposición, Makarius hijo editó un libro, El Matadero, con 107 de las imágenes de la serie, que incluye el relato completo de Echeverría. En uno de los textos introductorios del libro, Facundo de Zuviría dice sobre Makarius: “Su estilo, documental y sensible, muestra una plena conciencia de la trascendencia de cada toma, del sentido profundo de percibir, comprender, captar, reproducir y mostrar (...)”.
El libro posibilita una visión más exhaustiva de la narración pretendida por el fotógrafo ya que permite seguir, en orden cronológico, el relato que se inicia con un grupo de fotografías –ausentes en la muestra– de las calles por él transitadas para llegar al frigorífico. En ellas se puede ver unos muros con inscripciones políticas, donde se lee “huelga”, “unión cívica”, “gobierno”, “poder”, entre otras frases incompletas.
No sabemos el pensamiento del artista en ese momento pero, ante estas imágenes, se vuelve inevitable recordar hechos de la historia del país, como la denuncia del senador Lisandro de la Torre sobre una serie de irregularidades de los frigoríficos extranjeros, a mediados de la década de 1930, y la muerte de su correligionario Enzo Bodabehere, baleado entonces en el Senado de la Nación.
La narración de Makarius prosigue con el ordenado ingreso de las vacas al lugar donde les espera la muerte. El relato incrementa su ritmo con las escenas de los golpes de los matarifes y los cortes hasta llegar al momento en el que la res está lista para la venta. Los hombres se sientan a descansar luego del trabajo realizado y el relato se apacigua.
Con el final de la narración sentimos el privilegio otorgado por el fotógrafo, a través de sus imágenes, de permitirnos compartir los mundos que decidió explorar.

José Antonio Esteban Echeverría (1805-1851) http://en.wikipedia.org/wiki/Esteban_Echeverr%C3%ADa

REFERENCIAS
Las fotos son de Sameer Makarius y fueron bajadas del artículo de Revista Eñe
Lea El Matadero:

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