Fantasmas. De Scott Lefton
En principio sí es posible, porque yo soy fanática de los libros que me tienen atenta, me atemorizan y aceleran el pulso, y sé que no soy la única en disfrutarlos.
Al menos hay una explicación filosófica para tales sentimientos, que no se confinan al miedo, sino a deleitarse en las emociones negativas. Y así como leemos historias de terror, también incluímos aquéllas que nos ponen melancólicos, tristes y angustiados, de pronto sentimos que debemos llorar por toda la tristeza del mundo. Mi gran ejemplo siempre fue mi mamá, que lloraba desesperadamente por las novelas de Corín Tellado, más se compunjía y más le gustaban, constituyendo así una paradoja.
Vampiros. Imagen de elfwood.com
Fenómenos de esta naturaleza han sido notados por varios filósofos en la última década, lo que ha sido visto como la clave en la solución de paradojas. Hay dos teorías, la primera es la tesis del control, desarrollada por Marcia Eaton, y redefinida por John Morreall.
Morreall sostiene que uno puede disfrutar emociones negativas cuando uno está en control de la situación que produce dichas emociones; el control es entendido en términos de la habilidad de dirigir nuestros pensamientos y acciones. Si perdemos el control, tal vez porque la ficción muestra violencia y sufrimiento en alto grado, las emociones se vuelven tan fuertes que ya dejamos de disfrutar.
La segunda teoría ha sido desarrollada por Kendall Walton y Alex Neill. Ellos niegan que esas respuestas emocionales sean intrínsecamente desagradables, sino que el objeto de las emociones lo es. Walton dice que la tristeza en sí no es lamentable. Lo que se lamenta son las cosas por las que estamos apenados, como la pérdida de una oportunidad, la muerte de un amigo, no la experiencia en sí.
Satisfecha con ambas teorías, terminaré el libro The perfect storm, que ya me hizo lagrimear bastante.
Referencia:
¨The Paradox of Horror¨. De Berys Gaut, en el libro Arguing about Art.
Cuando era joven (unos 13 o 14 años) me regalaron un libro de Jean de Lafontaine: sus fábulas completas. En el prólogo, sesudos filósofos elucubraban sobre el alcance de la moral en sus poemas. ¿Con qué se quedará el amable lector? se preguntaban; con el cordero en "Le Loup et l´Agneau" que a pesar de que se defiende con inteligencia y razona bien y tiene razón y es inocente y bueno; el lobo no atiende a sus razones y se lo lleva y se lo come; o con el lobo, ese "killer" en el sentido propio y (figurado (estadounidense)). Con el cuervo en "Le Corbeau et le Renard" que es engañado para que cante dejando caer el queso que llevaba en su pico, que lo había robado él, con su propio esfuerzo, o con el zorro que roba al ladrón ensalzándolo ?
ReplyDelete¿Para quién son los llantos del lector, para el pobre inocente o para el no menos pobre y decadente "winner" (en le sentido figurado; figurado pero real como el tecnicolor hollywoodiense estadounidense) ?
Yo creo que el amable lector, aún sin saberlo determinantemente llora por los tres: por los dos -el gordo y el flaco- y por sí mismo..