Estatuilla de arte folklórico mexicano. De Josefina Aguilar
José Saramago ha obtenido el premio nobel; dicen que las palabras de Fidel Castro, acerca del ¨mercado capitalista que ha vuelto al planeta en un gran casino¨ fueron inspiradoras para ¨La Cueva¨. En esta novela, Saramago muestra una ciudad surrealista y capitalista del consumismo. Mientras la ciudad crece subterránea, él vive en un pueblo –universal- sin nombre, de casuchas sencillas. Cipriano Algor, el personaje principal de la novela, trabaja realizando figurillas de cerámica, un obsoleto arte folklórico que él defiende a toda costa, sufriendo, porque en ¨el centro¨, la materia prima de las estatuillas se reemplaza por plásticos que son tan buenos que simulan la verdadera cerámica. Impotente ante los golpes económicos, Cipriano y su hija deciden hacer muñecos cerámicos tradicionales, coloridos, con la esperanza de venderlos al ¨Centro¨.
Este libro me recuerda mucho a las obras de arte folklórico mexicanas, especialmente las ¨Friditas¨, que son representaciones libres, espontáneas, de Frida Kahlo inmersas en algún tema referido a sus cuadros.
La diferencia, es que las Friditas cuyo origen fue la venta callejera, han encontrado su lugar en la sociedad moderna. No importa que los autores sean analfabetos, y por supuesto no hablen inglés, el merchandise hará que las Friditas sean comercializadas a través de páginas web en EEUU, monitoreadas por empresarios del arte.
El oficio se adapta así a la vida moderna, y al fin de cuentas, como muestra Saramago, es eso o la muerte irremediable del oficio familiar.
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