El teléfono. Photocollage digital de Myriam B. Mahiques
Un sencillo evento revolucionó al barrio. Situación banal para aquéllos que no han vivido la larga espera -de meses- para recibir la primera línea telefónica de la cuadra.
Excitación total y flujo de gente que entraba y salía de la casa de los abuelos, al punto que la nieta decidió pintar una humilde latita de verde, a la que cortó una tosca ranura, para que al menos los vecinos colaboren con monedas.
El abuelo miraba impasible con una sonrisa en los labios, la que no le duraría mucho. No fue el pesado aparato negro lo que lo conmovió, sino la llegada de la guía telefónica. Ansioso, recorrió las páginas hasta encontrar su apellido, para descubrir que no estaba solo en el libraco. Y llorando dijo, ¨otros más en la familia han emigrado, y nunca lo supe!¨.
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