Charles Dickens. Google images
Recordemos la biografía de Dickens, en este texto extraído del artículo de Luis Gregorich:
Charles Dickens nació en Landport (Portsmouth), al sudoeste de Londres, el 7 de febrero de 1812. Se crió en un hogar de modestos recursos: su padre era un empleado de poca jerarquía en el departamento de contabilidad de la Marina. Por fuerza y voluntad propia fue autodidacto; no recibió educación formal hasta los 9 años.
Uno de los episodios más tristes de su infancia fue el encarcelamiento del padre, enjuiciado por fraude y deudas; aunque el período de prisión no fue largo y la familia pudo convivir en la cárcel con el detenido (tal como se autorizaba en aquella época), los hechos dejaron profunda huella en el futuro escritor, que los utilizaría, en forma lateral o directa, en varias de sus novelas (por ejemplo, en La pequeña Dorrit ). También resultó una dolorosa experiencia, cuando tenía 12 años, su trabajo poco menos que esclavo en una fábrica de betún para zapatos; le serviría de punta de lanza para sus denuncias posteriores contra el trabajo infantil, permitido a comienzos de la era victoriana.
La familia se mudó varias veces, hasta recalar, finalmente, en Londres. La gran ciudad sería el escenario de su aprendizaje y de su escritura. Talentoso y precoz, trabajó a los 15 años en un bufete de abogados; en seguida, se destacó como taquígrafo judicial y cronista parlamentario. Leyó a sus contemporáneos y a los novelistas ingleses del pasado, como Daniel Defoe, Tobias Smollett,Jane Austen y su favorito Henry Fielding,el autor de Tom Jones .
A partir de 1833 empezó a publicar, en distintas revistas, bocetos y cuadros de costumbres londinenses, que reuniría en su primer libro, Bocetos de Boz (1835). Su situación económica mejoró rápidamente. En 1836 se casó conCatherine Thompson Hogarth, que en 14 años le daría 10 hijos. A algunos de éstos les puso nombres de escritores compatriotas, como Walter Landor, Alfred Tennyson, su amado Henry Fielding y Edward Bulwer Lytton.
Como novelista -sería en adelante su oficio central y la causa de su fulminante popularidad-, Dickens debió someterse al mandato editorial de la época: a partir de 1820, la publicación de los libros por entregas, en revistas habitualmente mensuales, con la consiguiente repercusión en la técnica narrativa, y sus demandas de suspenso, demoras y aceleraciones de la trama, y sorpresas argumentales. Manejó todos estos procedimientos con maestría y les agregó una capacidad de invención y descripción de personajes de inconfundible valor. El público lector se ensanchó: la mensualización equivalía al pago en cuotas actual, accesible a más bolsillos.
Su primera novela, Los papeles dePickwick (1836-37), reveló su don cómico, que en adelante usaría sólo parcialmente. La que siguió, Oliver Twist (1837-38), es uno de sus logros mayores, una poderosa narración social, escrita rudamente y en una cuerda melodramática, pero que convence por su denuncia de la miseria, el significado perverso del dinero, y la explotación de los niños en la Londres de la época.
Con sólo 26 años, ya era uno de los escritores ingleses más prestigiosos. Lo confirmó con novelas como NicholasNickleby (1839-40) y Almacén de antigüedades (1840-41), y con el Cuento de Navidad (1843), donde asistimos a la humanización de Scrooge, un empresario avaro y egoísta. David Copperfield (1849-50), otra de sus grandes obras, es una típica novela de iniciación, que traza el itinerario vital de un joven -en más de un sentido, él mismo- que encontrará la felicidad y la paz sólo después de duras pruebas. El personaje del campechano Micawber, en el que hay ecos del padre del escritor, acentúa el carácter autobiográfico de la novela. Casa desolada (1852-1853), para algunos críticos, como G. K. Chesterton, la mejor novela del autor, descansa sobre todo en el complejo (y moderno) carácter de su protagonista, Esther Summerson.
Pertenecen al último período de Charles Dickens La pequeña Dorrit (1857-1858), Historia de dos ciudades (1859) y, muy especialmente, Grandes esperanzas (1860), con personajes memorables como el protagonista, Pip, otra vez un joven de origen pobre, y la aristocrática y enclaustrada Mrs. Havisham.
En 1858 el escritor abandonó a su mujer para acercarse a su nuevo amor, la actriz Ellen Ternan. El escándalo, en la melindrosa sociedad victoriana, no podía menos que estallar; Dickens quiso justificarse alegando insania de su esposa.
Él mismo había querido ser actor de joven, pero esa vocación se frustró. Lo compensó con las giras de lectura de sus últimos años, que tuvieron gran éxito y le reportaron mucho dinero, sobre todo en los Estados Unidos. Se presentaba, en esas giras, ante grandes auditorios que pagaban su entrada, y leía fragmentos de sus obras, impostando la voz para interpretar a los diversos personajes.
Charles Dickens murió el 9 de junio de 1870, en Gad's Hill Place, de un derrame cerebral. Dejó sin terminar su última novela, El misterio de Edwin Drood . Fue enterrado en la Abadía de Westminster, a pesar de haber pedido, como última voluntad, un sepelio más modesto. La más completa de sus biografías, en la que se marcan con claridad la doble vida, los silencios y las evidencias de un victoriano, es la de PeterAckroyd (1990), con más de mil páginas de investigación exhaustiva.
No soy yo quién, querida Anónima Myriam, para dar lecciones ultramarinas de español, y menos a los nacionales -del periódico, me refiero- argentinos; pero "autodidacto", en el texto que citas, no tiene género, por lo que debe conservar su feminidad falsa de aprendiz solitario; al contrario que auto; que por muy bello y estilizado carro que sea, nunca será mujer : así que "autadidacto"; no; para los gringos si acaso; nosotros, simplemente "autodidactas" y aún aprendiendo y a mucha honra..
ReplyDeleteAnónimo, perdón, Robin, lamento frustrarte, pero el diccionario de la Real Academia Española (hecho en España) toma ¨autodidacto¨ como el masculino de ¨autodidacta¨. Y menciona a ambas palabras por igual. Te dejo el link
ReplyDeletehttp://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=autodidacto
Ah, recién ahora veo que tu seudónimo es ¨Robín¨ con acento, cuando leo la palabra pienso en el ave, creo que robin es petirrojo, se me viene a la mente....
ReplyDeleteMe siento cabizbajo y sonrojado, querida aunque desconocida Myriam, que mi intuición lingüística haya fallado. No sé gramática española, porque me llevaron a Francia a los seis años a un sitio donde no me debieran de haber llevado; intuyo y me lo dijeron alguna vez; y aprendí la lengua de Marat y de Dalton sin saber apenas la mía que plasmo de oído y de lectura periodística más que de estudio, escuela o de sesudos libros; ni siquiera sé latín y menos griego y además, el francés que sí dominaba, ya no me acuerdo tampoco su gramática, aunque sé utilizarla y emplearla bien, con corrección, pero se me han olvidado como eran las reglas y las normas para saber -y decirle a algún académico, incluso- porqué algo que se dice así debiera decirse, mejor, asá o de otra forma.
ReplyDeletePara el caso que nos ocupa, me confundió el hecho de que en francés,el dajetivo "autodidacte", que también puede usarse como sustantivo, es siempre invariante en género, sin masculinidad exclusiva posible alguna. En todo caso se ha de convenir, que , como adjetivo, se ha de decir siempre "autodidacta" y que como sustantivo, se puede decir siempre "autodidacta", por lo que resulta más fácil usar la forma presuntamente femenina, pero que yo veía como neutra en ambos casos; saludos Anónima.
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ReplyDeleteMyriam, mi escritor de la adolescencia cuando leer era una placida manera de estar. Hoy la quejumbre del mundo me intranquiliza. Pero Dickens lo alivia todo.
ReplyDeleteAbrazos con grandes esperanzas.
Sergio Astorga
Gracias SErgio, Dickens tiene esa capacidad de conmovernos y hacernos reflexionar. Un abrazo,
ReplyDeleteRobin entonces, (sin acento para mí), es que tú eres impulsivo al escribir, como te dije tantas veces, aunque sé que tus comentarios los escribes aparte, -y además los guardas y relees- es conveniente que antes de publicarlos pienses si vas a cometer un error o herir sensibilidades. Sinceramente, para mí la palabra es ¨autodidacta¨, pero, fiel a mis principios, me fui al RAE primero y me sorprendí con el masculino. Entre nosotros, no creas que soy muy fiel a estos principios cuando estoy enojada y estallo como volcán, pero, con los años se aprende a moderar, jajajaja.
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