Filósofo meditando. Pintura de Rembrandt, 1632. Google images
No soy buena para la filosofía, y creo que no todos pueden filosofar seriamente.
No he tenido formación en filosofía, pero sí es un tema que me interesa, sólo cuando se aplica a una cuestión específica. Y en mi ignorancia, no había reparado en que los medios hacen de la filosofía una suerte de materia popular, cuando antes estaba reservada a unos pocos.
Comparto hoy una parte del artículo de Darío Sztajnszrajber para Revista Eñe, ¨De la caverna a la pantalla.¨
Hay algo de inactual en la filosofía, pero en ese sentido más bien nietzscheano donde lo inactual no remite a lo que está por encima del tiempo, sino a lo que lo interrumpe. Hay temáticas que escapan a la distinción entre lo viejo y lo nuevo, porque son al mismo tiempo viejas y nuevas. No es lo mismo pensar la muerte en épocas de clonación, criogenia y masas espeluznantes de mortalidad infantil producto del capitalismo tardío; pero es la muerte. La misma que pensaba Platón cuando en el Fedón buscaba entender si el alma de Sócrates trascendía a su cuerpo condenado. La misma tensión que siempre repetimos cuando enseñamos en la secundaria la Alegoría de la Caverna, narrada en La República a través del argumento del filme Matrix. Aunque siempre hay que aclarar que se trata de Matrix I, ya que la vuelta argumental de las secuelas ya excede el planteo platónico y nos acercan a posiciones más foucaultianas o hermenéuticas. Matrix no reemplaza a la Alegoría, la interpreta. La problemática sobre la distinción entre lo real y lo aparente es inactual porque no es ni vieja ni nueva, sino que se presenta siempre bajo el ropaje de la época.
Tal vez esta cita de Baudelaire sea lo más atinado para comprender una filosofía que se sigue preguntando lo mismo, pero diferente. Por lo mismo que siempre es diferente: solo hay los ropajes de época.
La pregunta tal vez sea: ¿para qué hacemos filosofía? ¿Todos podemos hacerla? En algunos manuales todavía se explica que la filosofía es una actividad contemplativa de un hombre despreocupado por sus condiciones materiales, casi como una curiosidad elitista de aquellos que pueden no trabajar y dedicarse a contemplar el mundo. Lo interesante de este planteo es la bipolaridad que se presenta entre contemplación y transformación, como si abrir la cotidianidad con espíritu crítico no fuera también una herramienta de transformación. Pensar que todo puede ser de otra manera frente al funcionamiento eficientista de los modelos dominantes genera un movimiento no solo espiritual. Nos obliga a repensar los alcances de la espiritualidad: en lo profundo siempre hay un otro. Todos podemos hacer filosofía, y, a veces, son las condiciones de existencia más sofocantes las que ofician de disparadores. La pregunta por el porqué resuena más en aquellos que no están donde quisieran estar. Por eso hacer filosofía siempre es una apuesta política que, en su acción de desmontaje y desnaturalización de las verdades vigentes, abre nuevas perspectivas para reinventarnos como ciudadanos. Obviamente hay erudición e investigación y de mucha calidad en la actividad filosófica. Pero la filosofía no puede contentarse solo con haberse vuelto una estructura disciplinar que no se diferencia de cualquier otro dispositivo del saber. Hay un propósito docente, y la docencia es transformación.
Myriam, volvamos al inicio: preguntar y tener asombro son la herramientas básicas par pensar y después, si se quiere filosofar al sistematizar. Las preguntas siguen siendo básicas. Desde el cine, desde la televisión, desde la cátedra, desde las cantinas o bailando tango o mambo, si nos preguntamos ¿Qué somos? ¿Adonde vamos? ¿Para que soy si soy? Estaremos generando un matriz de pensamiento.
ReplyDeleteAbrazos de regreso.
Sergio, sos uno de mis pensadores preferidos! Un abrazo,
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