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Thursday, February 16, 2012

Acerca de los salones de La Máscara de la Muerte Roja



La Máscara de la Muerte Roja de Edgar Alan Poe es uno de mis cuentos favoritos, especialmente la parte en que Poe describe los salones del palacio del príncipe Próspero, con sus distintos colores. Siempre me sentí intrigada por la disposición espacial de los mismos; puedo imaginar que estaban conectados por corredores, tal vez ubicados como en laberinto, considerando que nadie  podía acceder desde un salón a otro en una única dirección recta.
He usado el plural para los corredores, porque  Poe dice que las ventanas góticas se hallaban a la derecha e izquierda, enfrentándolos. Y, como no hay posibilidad de ver dos salones por completo al mismo tiempo, significa que estarían entrelazados, probablemente sin puertas, me los imagino como cámaras alternadas donde la luz y sombras son el efecto principal para delimitarlos. Tal vez debiera hacer un sketch para resolver este problema espacial, re-leer nuevamente los párrafos que voy a reproducir abajo.
De todos modos, no puede haber error de interpretación mayor que el de la escenografía de la película inglesa de 1964, cuyo protagonista es la estrella del horror, Vincent Price.
En ella, los salones se suceden unos a otros directamente, de modo que si las puertas estuvieran abiertas (plegadas a ambos lados como diría Poe), tendríamos una perspectiva de un solo punto de vista que el autor ha aclarado bien, no era del gusto bizarro del príncipe.
En la película, hay también candelabros por doquier, entiendo que ayudaría a armar la escenografía, pero más interesante hubiera sido que se rescataran los efectos fantasmagóricos de la luz que entraba a través de las ventanas, producidas por los braseros con fuego que estaban en los corredores. El movimiento del fuego, haría que las sombras fueran constantemente cambiantes, lo cual resultaría en un dinamismo fantástico, muy lejos de la escenografía absolutamente estática de la película.
He copiado estas escenas de la película mientras la analizaba, y pensaba en el uso del color amarillento (en vez de naranja) y el blanco, seguramente para enfatizar el contraste con la cámara final, negra. No cabe duda que estos cuartos, con excepción del último, son domésticos por completo y me pregunto qué diría Poe de ver el cuarto tan absolutamente blanco -del cual dejo la foto-, creo que se levantaría de su tumba espantado ante semejantes planos puros sin efectos de sombras danzantes.
Más allá de mis críticas arquitectónicas, la película la he disfrutado (teniendo en cuenta que fue hecha para el público de otra época) y sí me gustaría ver una versión más moderna, sin la novelita romántica en el argumento que nada tiene que ver con el cuento.




¨Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.
A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. ¨

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/mascara.htm

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