Esta semana, mi hija mayor de 22 años, quien es bien intelectual, comentó que estaba leyendo el Manifiesto Futurista (1909), de Marinetti, y me trajo recuerdos de cuando yo estaba estudiando, a su edad, y aprendía del futurismo a través de las obras de arquitectura. El Manifiesto o Manifesto lo leí de adulta, como quien echa un poco más de condimento a la comida. Es que hay distintas etapas para la lectura de algunos textos o libros y por tanto considero que algunos de ellos deben ser releídos, en distintas versiones y ediciones, a ver qué nos perdimos cuando éramos jóvenes o no teníamos conocimientos suficientes para disfrutarlos o entenderlos.
Me dió placer ver a mi hija entusiasmada con la lectura de los manifiestos y me recordé a mí misma a su edad, mientras pensaba cómo había cambiado mi actitud con el correr de los años.
Como decía Borges, nos preguntamos qué libros no llegaremos a leer, y a cierta edad, tal vez debiéramos empezar a seleccionar al menos, cuáles son imperdibles.
Mi hija me ha dicho que hay un Manifiesto de sonido, -dato que yo desconocía-, y entre buscar el texto o terminar de leer Ivanhoe, me quedo con este último, tan hermoso me parece cuando inunda mi mente de imágenes medievales que adoro.
Mi esposo se ríe de mi regreso a los clásicos y le respondo que quisiera leer varios en su versión original, lo cual no es fácil empresa. Hace meses leí El Conde de Montecristo y lo disfruté mucho.
Dejando de lado a Poe, de quien tengo que terminar varios cuentos en el inglés original (por supuesto los leí todos, pero traducidos), tengo en espera releer la obra completa de Wilde (también, original), con Dickens estoy en paz porque he seguido los libros del colegio de mis hijos, entre otros autores más.
Sin embargo, hay algunos clásicos con los que he claudicado; he leído varias obras de Tolstoi y Dostoyevsky pero jamás pude terminar La Guerra y la Paz, tenía un libro enorme, propiedad de un amigo, y pasada la mitad, se lo devolví cuando viajé a EEUU; hoy lo veo en inglés, en la biblioteca, lo vuelvo a mirar y no lo llevo, sé que no es para mí. Juvenilia, el gran clásico argentino de Miguel Cané, intenté varias veces en mi juventud pasar de la página 10, sin éxito.
Y estos últimos días, empecé a leer Ulysses, de James Joyce, en mi tablet, ya saben que leo de a varios libros, para mí la tablet es más descansada para leer por la noche, y los paperback para la luz del sol.
Por cinco noches he intentado pasar páginas, y se me cierran los ojos irremediablemente, mientras todos están despiertos en casa, Ulysses resultó el mejor conciliador del sueño.
Pensé, no puede ser, seré yo que tengo la cabeza llena de cuestiones de trabajo; entonces leí los comentarios de Good reads, y los hay adversos y favorables. Uno de los lectores decía que hay que lograr pasar las 100 páginas; otro confesaba que Ulysses le había llevado largos años leerlo, siempre lo dejaba por otros libros; otro decía ¿Porqué leer Ulysses? ¿Es que queremos pretender ser intelectuales? (Buena pregunta!)
Estos dos últimos comentarios me decidieron, no creo tener tantos año para pensar en Ulysses, sino en clásicos que me dejen un aprendizaje placentero; no temo por mi intelectualidad, tanto aprendo día a día, gracias a lo que leo y escucho on line y en los libros, en el diario intercambio.
He decidido, y sin cargo de conciencia, dejar a Ulysses grabado en la tablet por si cambio de opinión, tal vez decida saber por mí misma si es cierto que tiene una cuota de pornografía, pero mientras tanto, me nutriré de las pasiones de Ivanhoe....para seguir con El Libro de los Sueños, de Borges.
Myriam, estoy totalmente de acuerdo contigo. Cada libro tiene su lector y su edad. Dejando a un lado los libros que tenemos que leer por disciplina, ya de sea por trabajo o formacion, la lectura por placer es tan antojadiza que bien vale estar tranquilos y gozosos.
ReplyDeleteAbrazos clásicos.
Gracias Sergio, me dejás con menos cargo de conciencia :)
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