Papiro de Qumrám. Google images
Había leído acerca de la luz que nos encuentra al final de un túnel, también había visto este desenlace en películas, pero mi muerte se presentó distinta; sentía que ascendía entre nubes –por darles una forma, ya que no eran nubes-, desmaterializado, consciente que dejaba mi cuerpo; mientras, sentía la voz del Ser Supremo, no la escuchaba porque el alma no tiene oídos, me corrijo, diría que fue un reconocimiento de Sus palabras, ya que tampoco puedo definir Su voz. Entendí que mi caso era uno de los tantos que llevaría a fallo alternativo y, se había optado por darme una nueva oportunidad a fin de resolverlo.
La transmigración de las almas había funcionado bien en algunas religiones, y he aquí que se me ofrecía un proceso ¨express¨, en un personaje que yo seleccionaría, una vida presente o pasada que definiría el rumbo final de mi alma. Sentí deseos espontáneos de ser un personaje de poder, tal vez un mandatario, rodeado de lujos, o un héroe de guerras, y me arrepentí considerando que mi decisión sobre las vidas de otros retardaría el fallo. Así que, inteligente como siempre, renací en un pastor, que viviría sin pena ni gloria, bien, con responsabilidades mínimas, una vida modesta y apacible, a la que no le faltaría lo esencial para su subsistencia.
Adormilado, abrí los ojos con pesadez, y me ví bajo el único árbol del manchón verde que se destacaba entre el paisaje rocoso y desértico, las ovejas pastando en un día brillante y de pronto, el reconocimiento de una ausente en el rebaño. Ascendí en esa geografía extraña y conocida a la vez del Mar Muerto, sabía que no me perdería porque el paisaje era parte de mi nueva vida, aparté ramas con mis manos callosas, llamé, busqué, y me arrastré cauteloso dentro de una de las grutas naturales. Tanteé en la oscuridad, y hasta imaginé la posibilidad de hallar un tesoro, sin embargo, allí se alineaban, semi enterradas, varias vasijas de barro conteniendo papiros.... Supe entonces que estaba en el Khirbet Qumrán y que Dios estaría riéndose de mi ingenua selección...
Lea El Juicio Final
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