Velorio del angelito. Imagen de http://arabyeah.net/modules/com
¨Muerte y fiesta se mezclaban en los mismos funerales, al punto que los concurrentes al velatorio solían pasar la noche jugando, fumando y bebiendo, lo que valió llamados de atención por parte del clero. También se contrataban “lloronas” (generalmente se trataba de mulatas) que contribuían a las honras fúnebres con gritos y llantos.
Otra costumbre, de raíces profundamente coloniales, era el “entierro del angelito”, donde se festejaba el ascenso directo a los cielos de un niño inocente que, por lo tanto, se convertía en ángel. Se disfrazaba a estas criaturas de la manera más bizarra y lujosa posible, y, si la familia era adinerada, hasta se los adornaba con joyas, que luego se retiraban antes de sepultarlos. Este entierro de niños, tan penoso de por sí, desembocó alguna vez en episodios crueles, que desmentían la suprema dignidad de la “muerte igualadora” y prolongaban privilegios de la vida terrena. Cuenta Mariquita Sánchez: “¡Cómo diré hasta dónde iban estas extravagancias! [Los vestían] Ya de pastores, ya de cautivos, ya de ángeles; en fin, hubo la más divina ocurrencia en una casa en que murieron un niño y un negrito. Vistieron al niño de San Miguel y al negrito como el diablo. La madre lloró, suplicó, pero como era esclava, tuvo que callar. Pero alguna buena alma fue a dar parte del hecho y vino una orden de la autoridad para sacar al pobre negrito y enterrarlo como cristiano”.
Este ritual perduró largo tiempo en los suburbios de Buenos Aires, y por supuesto en las provincias, donde el sincretismo religioso es aún acentuado.¨
Velorio de un angelito, Chile, 1899. Imagen de http://www.zocalo.cl/fonda/?attachment_id=118
El Velorio del Angelito, de F. Molina Campos. Google images
Del Prólogo del libro ¨Historias Ocultas en La Recoleta¨, de María Rosa Lojo. P.11
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