Nathaniel Ayers, el solista. Foto de LATimes.com
La primera vez que leí una columna de Steve López, periodista autor de The Soloist, fue hace años, dí de casualidad con un artículo suyo sobre una familia que tenía un jardín muy bonito, que venían cultivando desde hacía años en un área de Los Ángeles que estaba asediada por gangs; me interesó el esfuerzo de esta gente, los comentarios de los vecinos, cómo el barrio se fue degradando. No sé porqué no me guardé el link y cuando quise releerlo, busqué por todo LATimes.com y me fue imposible encontrarlo; así tuve oportunidad de leer otras columnas de López, todas muy interesantes, porque él tiene un don: el de ¨oler¨ historias que cautivarán al público, y contarlas de manera correcta, sencilla y conmovedora.
López deja un email de contacto, le escribí dos veces solicitándole me envíe el link, y jamás me respondió. Automáticamente, lo catalogué del tipo que jamás hablarían una palabra de español, de los que no asisten a nadie salvo a sus propios intereses. Curiosamente, en el libro, López dice que muchas veces le escriben tildándolo de mexicano (volvete a México!) o de portorriqueño (volvete a Puerto Rico!). No me extraña, se ¨huele¨ que tiene una actitud comercial. Lo que no le impide ser talentoso.
Nathaniel Ayers, 2005. Foto bajada de LATimes.com
Sin embargo, El Solista o The Soloist es una historia espléndida, y me ha servido para tener a López en mucha mejor consideración; y no me refiero ya a su bondadosa actitud, sino a la sinceridad con que manifiesta sus sentimientos. O al menos así lo veo yo.
Cuando López encuentra de casualidad, a Nathaniel Anthony Ayers, tocando en una calle de Downtown Los Angeles, un violín de dos cuerdas, presiente que tendrá una buena columna. Traba conversación con él, y el músico le cuenta que había estudiado en Juillard, un prestigioso conservatorio de New York. Lo cual, es increíble, tanto por la situación de extrema pobreza de Nathaniel, como por ser negro, qué persona de color estudiaría en esta costosa institución de blancos?
Investigando, descubre que es cierto, y que su exitosa carrera a la que había sido asignada un par de becas, se frustra cuando se vuelve ezquizofrénico.
La primera columna sobre Ayers, despierta la compasión de muchos lectores, quienes escriben al periodista ofreciéndole mandar instrumentos para el ¨sin techo¨. Éste es el punto de partida para que López se involucre cada vez más con Nathaniel, intentando ayudarlo, sacarlo de la calle, buscarle asistencia, y lo más importante, que recupere su carrera, hasta donde pueda.
Y luego, surgen la preguntas personales del autor, como cargo de consciencia, corresponde que una persona se haga cada vez más famosa a costa de la desgracia ajena?
¿Puede existir la amistad entre dos personas tan distintas, de contextos tan ajenos? Muy poco probable, sí se puede generar sentimientos mutuos.
Y lo más importante, porqué creería que Nathaniel sería feliz fuera de la calle, inmerso en un mundo de reglas? ¿Quién se creería él para inmiscuirse en la vida de otro y forzarlo a cambiarla?
Comparto con López su inquietud acerca de hacer algo más que su trabajo diario, algo que sea digno y deje una huella en la ayuda al prójimo. Yo también creo que siempre podemos hacer algo más, que sea útil para otros, lo que sea. De lo contrario no tendría cuatro blogs y, cada tanto veo los frutos...
Hay una duda que me carcome, porqué López llevaría a su casa a Nathaniel, lo invitaría a compartir el desayuno-almuerzo (brunch) de Pascuas en familia, sabiendo de su comportamiento tan cambiante, que oscilaba entre la amabilidad y la violencia. Desconozco si surgió otra columna a través de esta visita, doy por seguro que sí; él único que puede responderme es el mismo López, pero ya sé que no se molestaría en escribirme, tan ocupado estará buscando material para escribir. No obstante, le mandé un saludo por el reciente deceso de su padre. (Tal vez le mande un email, y me lleve una sorpresa).
Steve Lopez. Google images
Le pregunté a mi esposo, qué opinaba acerca de escribir sobre la desgracia ajena y ganar en el intento cada vez más fama -y dinero-. Y me respondió: ¨Si escribe bien, ayuda a una persona, y de paso gana dinero, este hombre es un genio!¨. Un lindo gesto, una porción del dinero de los derechos ha sido para Nathaniel Ayers. Y la tapa del libro, una bella imagen, muy discreta, de un cello apoyado en un fondo azul, nada de sensacionalismos mostrando fotos de gente dando pena, ya basta con ver tantas imágenes on line de Skid Row, la calle de los homeless, drogadictos, ladrones, insanos, en Los Angeles, a unos minutos en auto a Beverly Hills.
Impresiones personales de lado, The Soloist es un excelente libro, bellamente narrado, una acuarela del lado oscuro de las calles de Los Angeles, una historia donde cada uno veremos reflejado a algún conocido o familiar que sufre de ezquizofrenia; un homenaje a la labor de tantos psiquiatras y asistentes sociales que forjan sus carreras ayudando a los desposeídos.
Para leer las columnas sobre Nathaniel A. Ayers:
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