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Saturday, March 30, 2013

Korean garments from disassembled old books



Traditional Korean garments are reinvented in this robe made from disassembled old books. Artist Kim Tae Soon sees her work as a commentary on the Confucian tradition of burning the clothing of deceased parents to speed their journey to heaven. “A Korean Rauschenberg” is how Getty president Jim Cuno describes it. More of Kim Tae Soon’s costume series here: http://www.kimtaesoon.com/spirit-hanbok.html



Friday, March 29, 2013

Reflexionando sobre la vida y la muerte con "Kaleidoscope" de Bradbury

Mi versión de Kaleidoscope, de Bradbury. Intervención digital fotográfica.

Como contaba en el post anterior acerca de mis comienzos con el ereader, uno de los primeros libros que pasé desde mi PC es The Illustrated Man, o El Hombre Ilustrado de Ray Bradbury, y estoy sintiendo el placer de leerlo por segunda vez y con muchos años de diferencia.
Esta serie de cuentos fue mi primer contacto con Ray Bradbury, y bastó para que lo adorara, aunque sus últimos trabajos no me han atrapado.
Lo bueno del paso del tiempo, es que la lectura es distinta y nuestras interpretaciones, también. Cuando  leí el cuento Kaleidoscope o Calidoscopio, lo que registré en mi memoria fue la conversación -amigable- de dos hombres que caían en el espacio, hacia su muerte, y pensé, qué diría uno al saber que sólo le resta una hora de charla. Pero, a mis quince años, sin mayores preocupaciones, no reparé en que el cuento iba más allá de eso.

Un cohete explota en el espacio, y su tripulación, (alrededor de una docena de astronautas), cae a toda velocidad, mientras se van separando a miles de millas de distancia. Aún pueden intercomunicarse, tal vez por una hora. Uno caerá en Plutón, otro quedará atrapado en un calidoscopio de meteoritos, otro terminará en la luna, y uno solo, Hollis, atravesará la atmósfera de la tierra y arderá.
En esa ¨charla,¨ hay quien grita desesperado, hay acusaciones, resignaciones, disculpas. Lo más importante son las palabras que cruzan Hollis y Lepere. Éste último, había disfrutado la vida, tenía dinero, mujeres en distintos planetas, ansias por hacer cosas. Mientras que Hollis, se reconoce como un hombre temeroso, aislado de la sociedad, cauteloso, celoso. Cuando Lepere cuenta sus anécdotas de vida, Hollis, maliciosamente, le dice que al fin de cuentas, ambos morirán. Pero Lepere tiene hechos para contar, mientras que  Hollis tiene sólo sus pensamientos y deseos; uno ha estado lleno de vida, el otro, ha sido un muerto en vida. 
El reconocimiento de esta situación, hace que Hollis reflexionara, que ya no tiene tiempo de dar marcha atrás, sin embargo, así como hay diferentes vidas, hay DESTINOS de distintas muertes, aunque la razón, sea, como en este accidente, la misma: ¨La calidad de la muerte, como la de vida, debe tener infinitas variedades, y si uno ha estado muerto ya una vez, qué queda entonces para buscar de bueno en la muerte?¨  (Mi traducción).
Finalmente, al atravesar la atmósfera, la muerte de Hollis tiene un significado importante para un niño.

Hermoso cuento, y les dejo el link para que lo lean en  un sitio on line.

Wednesday, March 27, 2013

Mi experiencia con mi primer ereader



Finalmente he sucumbido al ereader, y sabía que sucedería en algún momento, cuando la tecnología me avasallara o mejor dicho, me acorralara.
Y no es que he abandonado mi preferencia por el papel, su olor, su textura, sino que los textos cada vez más se publican on line o en formatos digitales y necesitamos una maquinita con qué leerlos.
No me refiero a las computadoras, tengo una importante para dibujar con comodidad, con monitor grande, y mi celular con todas las funciones de esperar; sin embargo, hay una cantidad de textos sobre los que no posteo, que son ¨papers¨ o publicaciones profesionales cuyo formato invariable es pdf y sólo con un ereader puedo leerlos fuera de mi escritorio. A ellos les sumo una cantidad de clásicos que suelo bajar de Project Gutenberg u otros sitios gratuitos, a los que he dado prioridad entre las novelas.
Este post parecerá muy ingenuo a aquéllos que tienen en claro qué desean comprar, y sólo basta con elegir una marca de tablet de moda. Pero lo dedico a aquéllos cuya intención primaria es la lectura.

La historia comienza con que mi esposo se compró una tablet Craig, barata, y a los pocos días no anduvo. La abrió, y una plaqueta estaba desconectada, con un cablecito ¨insignificante,¨ cortado. La llevó a varios lugares de reparación y la respuesta fue siempre la misma: para un artículo de menos de 100$ (dólares) no se hacen arreglos, deséchela señor!
Al mes, compró una hermosa Samsung, y me ofreció compartirla para leer. Muy complacida, bajé algunos pdf´s que tenía en mi PC y cuando quise pasar las hojas, el zoom se me desconfiguró, debía volver a acomodar la página y agrandar la letra. Intentamos configuraciones, y no encontramos la solución. Otro problema es el brillo del acabado que no está pensado para ereader.
Entonces decidimos comprar otra para leer exclusivamente, y pensamos en una Kindle de Amazon. Fuimos a averiguar y el que compre Kindle ereader, paper white, está atrapado con el mercado de Amazon, no es posible pasar archivos desde la computadora. Fuimos luego a Barnes and Noble, pensando que la Nook sería más amigable. Pues no. Los modelos blanco-negro son sólo para compra de libros del mercado de dicha librería, a no ser que gastemos lo mismo que una tablet, y para eso, ya teníamos una.
Finalmente, encontramos una muy sencilla de Sungale, que no me tiene atada al mercado de libros digitales, es simplemente un lector de archivos a color. Entiéndase bien: no tiene wi fi, ni lo necesito, porque yo bajo y compro a través de mi computadora. 
Comenzamos probando un libro en pdf, y vimos que tenía el mismo problema de la tablet; pasamos a .text y a html y funciona perfecto, una vez que alcanzamos el zoom deseado, pasamos páginas sin problemas de desconfiguración. La razón, los pdf se leen como si fueran fotos, así que me dediqué un rato a convertir archivos pdf a text para pasarlos al ereader: desde el acrobat reader, ponemos save as o guardar como : ¨text¨. 
Mi esposo, decidió hacer lo mismo con su tablet más avanzada, y vió que no podía. No tiene lector de html o text a no ser que se bajen apps. Y por supuesto, aún no hay lectores de .doc, pero ya están viniendo.
Conclusión, no tendré una tablet poderosa, pero es un buen ¨utilitario,¨ de 1.6 G de memoria, con la posibilidad de agregarle una tarjeta de 32G. Con respecto al hábito de lectura, aún debo acostumbrarme al formato. Al leer en fragmentos y  no ver la página completa (debo ampliar un poco el zoom), pierdo la noción de la totalidad del libro, lo que me incomoda. Tal vez sea por mi profesión, que estoy acostumbrada a ver primero el todo, luego las partes. Es decir, con el libro, mentalmente tengo su estructura, el prólogo, índice, cantidad de capítulos, ahora siento que leo parcialidades y eso me distrae un poco, no es una impresión racional, sino intuitiva.
El post continuará si descubro más bondades o inconvenientes.

NOTA AL 28 DE MARZO:
He tratado de bajar Ulysses, de James Joyce de Project Gutenberg, y la conversión a html no anduvo, pero sí con otros libros. Tanto .txt como html se leen bien.
Algunos libros en txt se desconfiguran. Primero pensé que era el ereader, luego observé que en mi computadora se ven exactamente igual desconfigurados, o sea, es un problema de la conversión del archivo. Lo ideal, es testear primero en nuestras PC´s.
Recuerden que esto sucede porque no estoy comprando libros ya preparados para ser leídos en ereader, entiendo que comprando por Kindle o Nook, no deberíamos tener este inconveniente. Sin embargo, he leído que las ediciones de bajo costo no son corregidas adecuadamente y muchos usuarios se han quejado por la falta de legibilidad
Con respecto al lenguaje, no recomiendo esta modalidad para quienes están aprendiendo un idioma, porque las palabras, según la configuración del texto original, pueden quedar cortadas en cualquier lugar, y por supuesto no vemos el texto justificado. Debemos tener un amplio dominio del idioma para que no nos afecte.
El ¨juguete¨ me ha resultado sumamente tentador para pasar desesperada de un libro a otro, imaginen, tener tanto en algo tan pequeño. Anoche empecé con un libro de urbanismo, y luego de una hora salté a The Illustrated Man, de Ray Bradbury, que no leía desde mis quince años, tal vez algún cuento suelto he releído. Y no podía dejarlo, hoy necesitaría unas horas más de sueño....

NOTA AL 7 DE JULIO:
Siempre tuve en mente usar la tablet para ir leyendo en el auto mientras mi esposo manejaba en la autopista. Pero no ha sido posible, ya que la pantalla no es de papel digital y el sol no me deja ver, por más que he cambiado el color de la letra, el fondo.
Para quienes vayan a comprar una tablet, recuerden determinar dónde leerán, al sol o en un ambiente con luz natural pero no directa.
Me ha resultado fantástico, por ejemplo si me despierto temprano un fin de semana (no me despierto nunca tarde, por fuerza de costumbre), y ya entra en la habitación un poco de claridad. No necesito ni abrir la ventana ni prender ninguna luz.
Luz artificial directa tampoco es necesaria en estas tablets.

Sunday, March 24, 2013

The mysterious flame of queen Loana. La misteriosa flama de la reina Loana.


Recientemente he leído The mysterious flame of queen Loana (2004), o La misteriosa flama de la reina Loana, de Umberto Eco y brillantemente traducida del italiano al inglés por Geoffrey Brock.
De las novelas de Eco, he leído ya otras dos: El nombre de la rosa (mi favorita por ahora)  y El péndulo de Foucault.  The mysterious flame of queen Loana no es una novela estrictamente hablando, sino la historia de un señor pisando sus 60 años, Yambo, anticuario de libros, que sufre la pérdida de su memoria y sólo recuerda frases de libros.
La primera parte, es la más interesante, cuando él comienza a reconstruir su vida: es casado, con hijas, tres nietos y una secretaria joven y bellísima, sobre la que tiene dudas si alguna vez intentó seducirla.
En sus ansias de saber más sobre su pasado, Yambo vuelve a su casona familiar de campo,donde relee en parte y saca a la luz una cantidad de libros e historietas de cuando era niño y adolescente, entre ellos también, libros de sus abuelos y padres.
He sentido que la trama sencilla no es más que una excusa de Eco para relatarnos sus primeras lecturas  y a través de ellas la historia de la Italia entre guerras.  Varios capítulos van destinados a ellos y sucede como siempre con Eco, algunas partes son muy interesantes y conmovedoras, otras, sencillamente aburridas, todo embellecido con ilustraciones de las épocas referidas, todas las viñetas son muy simpáticas y arman como una subhistorieta.
Finalmente, Yambo sufre un episodio cardiovascular, y los recuerdos vuelven como en un sueño.
Un libro que recomendaría sólo a los que aman a Umberto Eco. Aquí les dejo los links para que lean los review del NY Times y de Guardian:   


Sunday, March 17, 2013

¨Leyendo¨ un álbum desamparado de fotos antiguas

Texas family. From Texasescape.com

Este fin de semana, he visitado con mi esposo el swap meet, que  sería un  mercado de pulgas; una feria donde se vende lo inimaginable, casi todo usado, con una minoría de nuevo o así lo parece.
Nuestra intención era encontrar una pieza de un trípode de cámara fotográfica. O un trípode para desarmar y recuperar uno de gran calidad. Mi segunda intención era distraerme con la búsqueda del tesoro y caminar bajo el sol de fines de invierno.
Entre tantos cacharros, he visto un álbum de fotos instantáneas a color, de una joven mexicana con su familia, con su hijo, fotos de su bebé, sus pades (?), al lado de  otro álbum, que presumo sería del 2000, y mi gran pregunta, ¿a quién le interesaría las fotos de seres anónimos del SXXI? Según mi esposo, ¨no tuvieron tiempo de remover las instantáneas.¨ Con el corazón apesadumbrado, seguí caminando, no se me ocurre cómo las fotos de una joven con su bebé pueden terminar tiradas en una mesa entre tanta cosa desechada.
Y cuando ya nos íbamos, veo en un stand retratos acuarelados de dos ancianos del SXIX, y otro de una casa en la campiña. Recorro el stand, y sobre una de las mesas, el antiguo álbum familiar de tales ancianos.  Perteneciente a una familia de apellido británico, comienza en su madurez, en algún momento nace un varoncito de cara bien redonda, quien porta los ojos celestes de sus ancestros. El bebé crece, leo las notas en los márgenes, luego el joven va a la marina, disfruto fotos de barcos, compañeros todos en uniforme, más adelante su casamiento con una jovencita asiática, los hijos, la vejez, los nietos. Y la transición del álbum: varias hojas de un testamento mecanografiado que leo con interés; a partir de allí, las fotos son en colores, de otra abuela que ya no se parece en nada a la tatarabuela de hermosos ojos azules, el final abrupto en algún punto de sus vidas.
Fin de mi lectura. 
Ya sé lo que se avecina: mi esposo, parado al extremo de la mesa, se impacienta y me pregunta qué me pasa que me demoro tanto en curiosear sobre una familia sobre la que no tenemos el menor indicio. Me excuso, sinceramente, y pregunto quién sería capaz de dejar un álbum en el que leemos completa la vida de -al menos- un individuo.
-Habrán vendido el lote completo en una demolición-, sugiere mi marido; me doy vuelta, y en la mesa de enfrente, más fotos del muchacho del navy, que parece mirarme sonriente y me llena de melancolía.
Estoy tentada de llevar algunas impresiones sueltas, pero no me decido. Con el dolor del alma, no puedo proteger del desamparo a toda la familia, sus fotos están por doquier. Elijo dos postales vintage que usaría como señaladores para mis libros. Y espero la discusión con el señor mexicano que regentea el lugar; ya he pasado por esta situación, me verá cara de argentina interesada y esbozará un precio al azar, que yo refutaré y tal vez hagamos o no negocio. Pretendo desinteresarme, no llegamos a un acuerdo. Y no me atrevo a preguntar cuánto cuesta el álbum olvidado. Para mí, las memorias no tienen precio suficiente.

Friday, March 15, 2013

Una anécdota ¨erótica¨ de Mujica Láinez en el teatro Colón

Una antigua foto del teatro Colón, bajada de la nota de la referencia.

Hoy estuve leyendo una nota muy amena de Hugo Beccacece sobre Las Pasiones Ocultas del Teatro Colón, nuestro orgullo en Buenos Aires, y de ella, reproduzco una anécdota cargada de erotismo, divertida a la vez, del gran escritor Manuel Mujica Láinez, a quien tanto admiro:

Manuel Mujica Láinez. Google Images

¨A propósito de Eros, en la madurez, Manuel Mujica Lainez, Manucho, contaba un episodio que le había sucedido en su juventud (cuando aún no estaba casado). Lo contaba con gracia pero también con una dosis de misterio. En aquella época, él circulaba por los salones de Buenos Aires con curiosidad y cierto desparpajo, protegido por una coraza hecha de ironía, frases punzantes y el don del relato. Un matrimonio muy elegante, de esos (según el decía) cuyos apellidos sonaban a música de Bach, lo había invitado a una función de ópera en el Colón. ¿Cuál? ¿ Tristán e Isolda ... ¿ Turandot ... Uno de los atractivos de esa noche era que el matrimonio tenía un palco baignoire , los famosos e inquietantes palcos enrejados, llamados "palcos de viuda", desde los que se escucha la música con gran concentración, porque están aislados de todo espectáculo mundano: no permiten ver el escenario con comodidad ni tampoco ser vistos. Manucho nunca había estado en una de esas curiosas "cavernas" de terciopelo rojo que preservaban la intimidad. Se sentó entre la esposa y el esposo en la penumbra de esa especie de gruta recorrida de modo irregular por los reflejos de las luces que provenían del escenario. Se sentía atraído desde hacía mucho tiempo por la mujer experimentada e inalcanzable que tenía a su lado: era hermosa, mayor que él, muy altiva y desenvuelta, pero con ojos brillantes de malicia. En cierto momento, llevado por el lirismo de la música, tuvo la impresión de que flotaba, de que ningún obstáculo se interponía entre él y sus deseos. Protegido por las tinieblas, sin pensarlo, tendió su mano derecha para apresar la mano izquierda de su vecina. Lo hizo con pasión, pero también con una temerosa ternura. Ella no lo rechazó, no apartó la mirada de la escena, fingió que nada había ocurrido, pero respondió con una leve presión a la de su joven amigo. El cuerpo del joven escritor había desaparecido o más bien se había concentrado, íntegro, en aquella mano; todo él era esa mano; sin embargo, de pronto, volvió a tomar conciencia de lo que lo rodeaba para reprimir la sorpresa: su otra mano, la izquierda, había quedado cautiva de la mano derecha del marido, que había replicado el gesto de Manucho. ¿Era una advertencia o una invitación? Los tres ocupantes del palco no se movieron ni se miraron, pero continuaron enlazados por la música y esa cadena de dedos cálidos que, de tanto en tanto, volvían a ajustarse y ensayaban una caricia distinta con la mayor discreción y temeridad. Los tres seguían contemplando el desarrollo de la acción y apretándose las manos como si no les pertenecieran, como si el trío no hubiera advertido lo que era imposible ocultar. El aire confinado del palco estaba cargado de tensión, invadido por la música incandescente y por todo lo que no se decía. Cuando el acto terminó, los tres se levantaron de sus sillas, comentaron las interpretaciones y salieron a caminar por los corredores y salones. Se volvieron a encontrar en fiestas, en comidas, en otros espectáculos, pero ninguno de los tres mencionó el episodio o lo evocó con una mirada cómplice.¨

Friday, March 8, 2013

¿Tiene sentido seguir escribiendo ficción?


Un cuadro surrealista de Vladimir Kush mostrando un libro -aparentemente- de ficción
He dado con el artículo de Verónica Chiavarelli  para La Nación, del cual reproduzco una parte, y me he sentido absolutamente identificada por los sentimientos descriptos.
Y no es que yo sea novelista, cada tanto me inspiro para escribir un microrrelato, algunos que he tenido la suerte de publicar gratuitamente por selección del editor, y he ganado algunas menciones. Pero premios y reconocimientos en literatura no son mi meta, lo hago por placer.
Sin embargo, estando en la biblioteca de Huntington Beach, en la sección de venta de libros usados, me ha asaltado la pregunta de porqué habría tantos autores de ficción -fundamentamente veo autoras femeninas-, si lo hacen por pasatiempo o con la esperanza de lograr un best seller, o de llegar a ser famosas. No lo sé. Pero como dicen en el artículo, no hay tiempo para leer tanto en oferta, y seguramente hay títulos excelentes en tanto que se acumula en las bibliotecas y librerías. 
Luego, el comentario de Ian Mc Ewan, aún siendo yo más joven que él, tengo la inquietud Borgeana de cuestionarme cuántos libros más he de leer en lo que me quede de vida; por lo tanto, he desplazado mi atención a los que creo no debiera haber dejado de lado, muchos clásicos y libros científicos, es así como unos días atrás hice un post sobre El Conde de Montecristo, que leí en 2013. Más vale tarde que nunca....
Sinceramente, creo que los escritores debieran continuar escribiendo, por alguna razón el destino les ha dado la oportunidad, y siempre es un placer poder desarrollar un acto creativo.
Vamos al artículo:
Un escritor argentino muy popular se lamentaba en privado: "Cada vez que entro en una librería y veo los estantes y las mesas rebosantes de novelas que acaso nadie compre, muchas de ellas seguramente buenas, merecedoras de lectores atentos, me pregunto qué sentido tiene seguir escribiendo y agregar una historia más". El brote melancólico era injustificado en su caso (cada vez que publica un libro, inmediatamente se ubica entre los primeros puestos de las listas de best sellers ). Sin embargo evidencia los síntomas de un agobio que todo amante de la literatura conoce: la abrumadora cantidad de ficción que nutre las librerías sin cesar es inversamente proporcional al tiempo escaso del que se disponer para leer.
La semana pasada, en el suplemento Babelia, de El País de Madrid, el escritor británico Ian McEwan planteaba un problema similar pero aún más provocativo porque, como novelista, no se pregunta por qué escribir ficción sino más bien por qué leerla, consciente de que el interrogante no recae sólo sobre sí mismo sino que entra como un proyectil en la desarticulada comunidad de los lectores del mundo.
Dice McEwan: "Mi corazón de escéptico flaquea cuando me acerco a la sección de ficción de una librería y veo [...] las frases publicitarias sobre las cubiertas (´Él la quería, pero ¿ella lo iba a escuchar?'), los resúmenes de argumentos en las solapas, con su solemne uso del presente: ´Henry abandona su matrimonio y se embarca en una serie de salvajes...' [...] Tengo 64 años. Con suerte, podrían quedarme aún unos 20 años de lectura. ¡Quiero aprender cosas del mundo! Quiero leer a cosmólogos que me hablen de la creación del tiempo, a los analistas del Holocausto, al filósofo que se ha emparentado con la neurociencia, al matemático capaz de describir la belleza de los números al más zopenco, a los aficionados a la guerra civil inglesa".

Thursday, March 7, 2013

Los libros ¨literalmente¨ iluminados de Iran Kang



Iran Kang es un artista Sur coreano que trabaja en libros ¨iluminados¨ digitalmente y también los ilumina literalmente, a través de semiconductores LED (light emitting diode) de baja intensidad y con mucho brillo.
Su muestra actual, Luminous Words, exhibe más de cien libros iluminados digitalmente y nuevas pinturas LED, lo que se considera como una exploración en la ontología y evolución del libro como fuente de conocimiento en la era digital.
Estos libros son como esculturas luminiscentes, transparentes por el uso de resinas sintéticas.
El resultado, es que la asociación con el objeto ¨libro verdadero¨ es removida, y se lo contempla en relación al título.

FUENTE:




Tuesday, March 5, 2013

The yellow wall paper. El empapelado amarillo


Hace unos días, ví la película The Yellow Wallpaper (2011), conociendo el contenido del relato, pero sin haberlo leído aún. La película me dejó muchas dudas, porque no es fiel al clásico, sino es una versión ¨libre¨ basada en la historia del mismo. Luego de verla, estaba ansiosa por leer este cuento corto de 6000 palabras de Charlotte Perkins Gilman, publicado por primera vez en 1892 en The New England Magazine y considerado como una de las primeras obras importantes del feminismo. 

Este link que les dejo, contiene además la propia interpretación de la autora, pero según lo que he leído, hay cantidad de interpretaciones.

Póster de la película The Yellow Wallpaper

El cuento está escrito en primera persona, y trata de una mujer que está con depresión nerviosa temporaria, se entiende que de post-parto. No puede dedicarse al bebé, y su esposo médico -John-, decide alquilar una casona colonial por tres meses, para que ella descanse y se recupere.
Ella insiste en tomar una de las habitaciones de planta baja, con ventanas grandes a los jardines, pero el marido determina ocupar el ático que fuera el salón de juegos de los niños, con ventanas enrejadas y revestido por un papel amarillento, viejo, roto, con un motivo extraño, que supongo es floral con arabescos, por las curvas que describe.
A medida que pasa el tiempo, ella queda confinada en esa habitación, y como pasatiempo, empieza a escribir un diario personal (el cuento). Su salud mental comienza a desmejorar; ella se distrae observando el empapelado, no logra descubrir una estructura en su diseño, peor aún, siente que las formas se mueven y alguien, una mujer, empuja  desde el otro lado de la pared, sobre la que se desliza en ¨cuatro patas¨. Al final del verano, la escritora se encierra con llave, desgarra el empapelado y ella misma recorre la habitación en cuatro patas. El esposo, fuerza la puerta, y al verla en ese estado, se desmaya. Ella se siente libre al fin, y sigue en su recorrido, para lo cual tiene que pasar varias veces por arriba del cuerpo del marido.

De allí las interpretaciones. Un cuento feminista, donde la mujer triunfa sobre el machismo de la sociedad de la época, en la que ella quedaba en casa y el hombre era el profesional. Que ella pase sobre el cuerpo del esposo, es justamente una metáfora.
También se ha descripto como un cuento gótico de fantasmas. Hay varios puntos de vista que se pueden leer on line, sin embargo yo me quedo con la sencilla explicación de la autora: por años, ella sufrió de problemas nerviosos y un doctor prestigioso, le indicó estar en cama, dedicándole sólo dos horas a la intelectualidad; el resto del día, sería reposo y domesticidad. Era el año 1887. Lo cual, la autora obedeció por tres meses, hasta darse cuenta que este tratamiento la conducía a su ruina mental. La situación la inspiró para escribir The Yellow Wallpaper, y le mandó una copia al médico, quien no hizo reconocimiento alguno, sin embargo, Perkins Gilman dice que en años, él reconoció a sus amigos que gracias al libro, cambió su tratamiento sobre la neurastenia.

Hay una cuestión, que no he visto  haya sido tenida en cuenta. Imaginar figuras en manchas de paredes, empapelados, cortinas, etc, es un ejercicio característico de los surrealistas, así como lo es la escritura automática. Y no significa que el artista esté neurótico, de hecho, es un ejercicio que a mí me ha divertido mucho desde niña, cuando mi madre nos mandaba a mi hermana y a mí, a dormir la siesta obligatoriamente.
El libro también puede ser bajado on line en castellano, y lo recomiendo altamente, es una maravilla de relato, en su estilo y temática.
A continuación, algunas versiones de tapas de distintas ediciones:





Saturday, March 2, 2013

That men are not to judge of our happiness till after death

Montaigne. Dali´s illustration for Essays of Michel de Montaigne





 [Charron has borrowed with unusual liberality from this and the
     succeeding chapter.  See Nodier, Questions, p. 206.]

                         "Scilicet ultima semper
               Exspectanda dies homini est; dicique beatus
               Ante obitum nemo supremaque funera debet."

     ["We should all look forward to our last day: no one can be called
     happy till he is dead and buried."—Ovid, Met, iii. 135]

The very children know the story of King Croesus to this purpose, who being taken prisoner by Cyrus, and by him condemned to die, as he was going to execution cried out, "O Solon, Solon!" which being presently reported to Cyrus, and he sending to inquire of him what it meant, Croesus gave him to understand that he now found the teaching Solon had formerly given him true to his cost; which was, "That men, however fortune may smile upon them, could never be said to be happy till they had been seen to pass over the last day of their lives," by reason of the uncertainty and mutability of human things, which, upon very light and trivial occasions, are subject to be totally changed into a quite contrary condition. And so it was that Agesilaus made answer to one who was saying what a happy young man the King of Persia was, to come so young to so mighty a kingdom: "'Tis true," said he, "but neither was Priam unhappy at his years."—[Plutarch, Apothegms of the Lacedaemonians.]—In a short time, kings of Macedon, successors to that mighty Alexander, became joiners and scriveners at Rome; a tyrant of Sicily, a pedant at Corinth; a conqueror of one-half of the world and general of so many armies, a miserable suppliant to the rascally officers of a king of Egypt: so much did the prolongation of five or six months of life cost the great Pompey; and, in our fathers' days, Ludovico Sforza, the tenth Duke of Milan, whom all Italy had so long truckled under, was seen to die a wretched prisoner at Loches, but not till he had lived ten years in captivity,—[He was imprisoned by Louis XI. in an iron cage]— which was the worst part of his fortune. The fairest of all queens, —[Mary, Queen of Scots.]—widow to the greatest king in Europe, did she not come to die by the hand of an executioner? Unworthy and barbarous cruelty! And a thousand more examples there are of the same kind; for it seems that as storms and tempests have a malice against the proud and overtowering heights of our lofty buildings, there are also spirits above that are envious of the greatnesses here below:
              "Usque adeo res humanas vis abdita quaedam
               Obterit, et pulchros fasces, saevasque secures
               Proculcare, ac ludibrio sibi habere videtur."

     ["So true it is that some occult power upsets human affairs, the
     glittering fasces and the cruel axes spurns under foot, and seems to
     make sport of them."—Lucretius, v.  1231.]
And it should seem, also, that Fortune sometimes lies in wait to surprise the last hour of our lives, to show the power she has, in a moment, to overthrow what she was so many years in building, making us cry out with Laberius:
                         "Nimirum hac die
          Una plus vixi mihi, quam vivendum fuit."

     ["I have lived longer by this one day than I should have
     done."—Macrobius, ii.  7.]
And, in this sense, this good advice of Solon may reasonably be taken; but he, being a philosopher (with which sort of men the favours and disgraces of Fortune stand for nothing, either to the making a man happy or unhappy, and with whom grandeurs and powers are accidents of a quality almost indifferent) I am apt to think that he had some further aim, and that his meaning was, that the very felicity of life itself, which depends upon the tranquillity and contentment of a well-descended spirit, and the resolution and assurance of a well-ordered soul, ought never to be attributed to any man till he has first been seen to play the last, and, doubtless, the hardest act of his part. There may be disguise and dissimulation in all the rest: where these fine philosophical discourses are only put on, and where accident, not touching us to the quick, gives us leisure to maintain the same gravity of aspect; but, in this last scene of death, there is no more counterfeiting: we must speak out plain, and discover what there is of good and clean in the bottom of the pot,
              "Nam vera; voces turn demum pectore ab imo
               Ejiciuntur; et eripitur persona, manet res."

     ["Then at last truth issues from the heart; the visor's gone,
     the man remains."—Lucretius, iii.  57.]
Wherefore, at this last, all the other actions of our life ought to be tried and sifted: 'tis the master-day, 'tis the day that is judge of all the rest, "'tis the day," says one of the ancients,—[Seneca, Ep., 102]— "that must be judge of all my foregoing years." To death do I refer the assay of the fruit of all my studies: we shall then see whether my discourses came only from my mouth or from my heart. I have seen many by their death give a good or an ill repute to their whole life. Scipio, the father-in-law of Pompey, in dying, well removed the ill opinion that till then every one had conceived of him. Epaminondas being asked which of the three he had in greatest esteem, Chabrias, Iphicrates, or himself. "You must first see us die," said he, "before that question can be resolved."—[Plutarch, Apoth.]—And, in truth, he would infinitely wrong that man who would weigh him without the honour and grandeur of his end.
God has ordered all things as it has best pleased Him; but I have, in my time, seen three of the most execrable persons that ever I knew in all manner of abominable living, and the most infamous to boot, who all died a very regular death, and in all circumstances composed, even to perfection. There are brave and fortunate deaths: I have seen death cut the thread of the progress of a prodigious advancement, and in the height and flower of its increase, of a certain person,—[Montaigne doubtless refers to his friend Etienne de la Boetie, at whose death in 1563 he was present.]—with so glorious an end that, in my opinion, his ambitious and generous designs had nothing in them so high and great as their interruption. He arrived, without completing his course, at the place to which his ambition aimed, with greater glory than he could either have hoped or desired, anticipating by his fall the name and power to which he aspired in perfecting his career. In the judgment I make of another man's life, I always observe how he carried himself at his death; and the principal concern I have for my own is that I may die well—that is, patiently and tranquilly.

ESSAYS OF MICHEL DE MONTAIGNE
http://www.gutenberg.org/files/3600/3600-h/3600-h.htm
Illustrations by Dali, for Essays of Michel de Montaigne
Enjoy more of Dali´s:

Friday, March 1, 2013

The beauty of illuminated letters

One of my favorite trips is to visit the Getty museums, either the Getty Center or the Getty Villa. A few years ago, I was allowed to take pictures of the illuminated manuscripts they had on exhibition, and currently, they have another one.
From the newsletter, I´m sharing the explanation about two letters and the repurposing of one of them:

Initial I: A Martyr Saint, cutting from an antiphonal, Lippo Vanni, about 1350-75

For hundreds of years, medieval manuscripts have been bought and sold, gifted and stolen, preserved and rearranged, loved and forgotten, hidden and displayed. They were cut into pieces, hung on walls, and glued into albums. They have survived wars, fires, floods, religious conflict, political tumult, the invention of printing, and changes in taste.

At times valued for their beauty, for their spiritual significance, or simply for the strength of their parchment pages, the books, leaves, and cuttings in this exhibition have been transformed again and again to suit the changing expectations of their various audiences and owners. By revealing the ways in which manuscripts have been repurposed both conceptually and physically, this exhibition explores their long and eventful history since the Middle Ages.

In this image, a male figure forms the letter I. His exact identity is unknown, but the presence of multiple instruments of torture identify him as a martyr. Notice the two large stones on his head, a sword through his neck, and a grill and fire at his feet. It was a common practice in the 19th century for collectors to trim away all traces of surrounding text in illuminated manuscripts, as here. Collectors mounted such cuttings into albums, allowing the viewer to concentrate solely on the imagery. - 
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 http://www.getty.edu/art/exhibitions/untold_stories/?utm_source=egetty137&utm_medium=email&utm_campaign=egetty137#sthash.Z0ZXX01a.dpuf


The Ascension of Christ, Lorenzo Monaco, designer; completed by Zanobi di Benedetto Strozzi, illuminator; and Battista di Biagio Sanguini, illuminator, Italian, Florence, designed about 1410; completed about 1431

As centuries passed, medieval manuscripts were sometimes refashioned to serve a different purpose. Cut from books whose liturgical or devotional use might have become outmoded, pictures were presented in a new format to fulfill a more current function. In the 19th century, collectors hung illuminated initials on the walls. These were no longer presented as letter forms beginning a word, but were instead valued for their aesthetic qualities.

At the center of this initial V, the apostles watch in wonder as Christ rises to heaven after his resurrection. The image was removed from a large choir book made for the Florentine monastery of Santa Maria degli Angeli, where the leaf's designer, Lorenzo Monaco, was also a monk. - 
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