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Sunday, March 17, 2013

¨Leyendo¨ un álbum desamparado de fotos antiguas

Texas family. From Texasescape.com

Este fin de semana, he visitado con mi esposo el swap meet, que  sería un  mercado de pulgas; una feria donde se vende lo inimaginable, casi todo usado, con una minoría de nuevo o así lo parece.
Nuestra intención era encontrar una pieza de un trípode de cámara fotográfica. O un trípode para desarmar y recuperar uno de gran calidad. Mi segunda intención era distraerme con la búsqueda del tesoro y caminar bajo el sol de fines de invierno.
Entre tantos cacharros, he visto un álbum de fotos instantáneas a color, de una joven mexicana con su familia, con su hijo, fotos de su bebé, sus pades (?), al lado de  otro álbum, que presumo sería del 2000, y mi gran pregunta, ¿a quién le interesaría las fotos de seres anónimos del SXXI? Según mi esposo, ¨no tuvieron tiempo de remover las instantáneas.¨ Con el corazón apesadumbrado, seguí caminando, no se me ocurre cómo las fotos de una joven con su bebé pueden terminar tiradas en una mesa entre tanta cosa desechada.
Y cuando ya nos íbamos, veo en un stand retratos acuarelados de dos ancianos del SXIX, y otro de una casa en la campiña. Recorro el stand, y sobre una de las mesas, el antiguo álbum familiar de tales ancianos.  Perteneciente a una familia de apellido británico, comienza en su madurez, en algún momento nace un varoncito de cara bien redonda, quien porta los ojos celestes de sus ancestros. El bebé crece, leo las notas en los márgenes, luego el joven va a la marina, disfruto fotos de barcos, compañeros todos en uniforme, más adelante su casamiento con una jovencita asiática, los hijos, la vejez, los nietos. Y la transición del álbum: varias hojas de un testamento mecanografiado que leo con interés; a partir de allí, las fotos son en colores, de otra abuela que ya no se parece en nada a la tatarabuela de hermosos ojos azules, el final abrupto en algún punto de sus vidas.
Fin de mi lectura. 
Ya sé lo que se avecina: mi esposo, parado al extremo de la mesa, se impacienta y me pregunta qué me pasa que me demoro tanto en curiosear sobre una familia sobre la que no tenemos el menor indicio. Me excuso, sinceramente, y pregunto quién sería capaz de dejar un álbum en el que leemos completa la vida de -al menos- un individuo.
-Habrán vendido el lote completo en una demolición-, sugiere mi marido; me doy vuelta, y en la mesa de enfrente, más fotos del muchacho del navy, que parece mirarme sonriente y me llena de melancolía.
Estoy tentada de llevar algunas impresiones sueltas, pero no me decido. Con el dolor del alma, no puedo proteger del desamparo a toda la familia, sus fotos están por doquier. Elijo dos postales vintage que usaría como señaladores para mis libros. Y espero la discusión con el señor mexicano que regentea el lugar; ya he pasado por esta situación, me verá cara de argentina interesada y esbozará un precio al azar, que yo refutaré y tal vez hagamos o no negocio. Pretendo desinteresarme, no llegamos a un acuerdo. Y no me atrevo a preguntar cuánto cuesta el álbum olvidado. Para mí, las memorias no tienen precio suficiente.

2 comments:

  1. Myriam, es ya un relato muy interesante, hasta podías organizar un libro con estas imágenes contadas. Me ha gustado mucho la idea.

    Abrazos elogioso.

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    1. Sergio, te has metido en mi cabeza. Una vez que dejé todas esas fotos, pensé que debiera rescatarlas, y te juro, no lo hice para evitar las críticas en la familia, como ¨te volviste loca.¨ Ya pensaré en algo. Le pedí a uno de los señores que me diera una vieja postal, chiquita, que tenían por ahí tirada entre otras, en una cajita. Y me dijo, es un dólar, y yo le retruqué, si le llevo toda la caja, Ud también me dice un dólar. Y me fuí, más por despecho de ver cómo tenían todo tirado. Tengo que confesar que tengo mis reservas en el swap meet porque he sentido un poquito de discriminación, entre los vendedores mexicanos, si viene otro mexicano le hacen precio mejor que a un argentino, y no es por criticar, me ha sucedido y he vuelto a protestar. Lo divertido del swap meet es encotrar pequeños tesoros y regatear. Es un mercado de pulgas donde cualquier cosa puede aparecer. Espero no te moleste la anécdota, es pura verdad lo que te cuento... A un yankee le cobran el doble de un argentino, jajaja. Un beso,

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