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Friday, February 25, 2011

Un pozo en el jardín II


Él también se hacía notar en plantas que crecían floridas en lugares vacíos y menos pensados; con sólo desearlo, ahí veía el brote esforzándose bajo el sol californiano. O nuevos rosales, entre los ladrillos de los canteros, o palmeritas, entre las juntas que no permitirían transplantarlas. Una situación muy inquietante, que necesitaba compartir con alguien, sí, con la vecina de enfrente que ayudó a la pareja a cultivar por tantos años. ¨El jardín tiene vida propia¨, me confesó sin rodeos, frase que no portaba dudas, salvo por mi ansiedad de buscarle un alma a la naturaleza local.
Mientras, el viejo astuto se escurría ante mis intentos de arrancarle palabra, se esfumaba en lo mejor del sueño, dejándome anhelante de escucharle un par de vocablos, que jamás cruzó conmigo, sólo esbozó unos pocos en una ocasión, acerca del ¨pozo¨, tan estrictos que no requerían respuestas.  Y un día, entre los helechos, bajo la piedra blanca, encontré la perforación del pozo. Tal vez un olvidado desagüe cloacal, limpio, rudimentario, misterioso, que regulaba las inundaciones de los inviernos lluviosos, y ventilaba las entrañas de la tierra; sentí que allí, descansaban los restos de quien nunca fuera declarado muerto dentro de la casa, en los interminables formularios de compra-venta.

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