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Friday, April 15, 2011

Fragmentos II

Escultura de sillas. De google images.

El traqueteo del camioncito me había despertado de mi letargo. Un poco adormilada pude ver que por unas cuadras fuimos a la par de un vehículo más grande que decía ¨muebles usados¨, pero el mío era descubierto y yo no estaba embalada o atada con sogas, sino suelta, golpeándome en cada curva y extrañando la estabilidad que el pekinés me robó a mordiscos.
Creí que terminaría bajo cimientos, mas no, me arrojaron por sobre la tierra mezclada con infinidad de fragmentos y desechos de materiales, todo unificado por un olor insoportable; al menos ví -por fin!- el cielo abierto y los pájaros sobrevolando la geografía de montañas ficticias, primera vez para mí, que sólo lograba ver la claridad del día a través de la ventana en la habitación de la señora.
Ayer sucedió algo que me ennobleció: alguien me arrastró hacia un claro, tendió una sábana roída por encima de mí, la aseguró del otro lado con una caña y me refuncionalizó. Fuí parte misma del techo y las paredes: de pronto, me sentí imprescindible!.
El orgullo fue breve; algo malo habré ocasionado con mi nueva condición,  porque escuché gritos, corridas, insultos, balas. Tiraron de mi cobertura y así me enteré que había otras estructuras tan precarias como la mía, con gente aferrándose a ellas, mientras otros en uniformes azules intentaban ordenar el caos y despejar el terreno que era un mar de pajonales con telas, chapas, palos y sangre por doquier.
Seguramente el joven me salvó del fuego porque admiró mi esbeltez de patas rotas y el brocado rosa-amarillento. Hoy, la luz del sol entra por la ventanita alta del taller y reconozco otras como yo, transformadas, apiladas en posturas inverosímiles; en conjunto, se ven hermosas. Entiendo feliz que mi destino no era cumplir con la función de asiento. Como lo he sido en su casa, seré una escultura, un objeto creado para ser admirado y no utilizado.

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