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Friday, January 7, 2011

Quién era Funes el Memorioso?

Imagen de google images

Hoy leí este artículo fantástico de Silvia Hopenhayn en La Nación, e invito a su lectura. En él se da a conocer la verdadera historia del personaje de Borges ¨Funes el Memorioso¨, uno de los cuentos más bellos de Borges, al menos para mí. Dejo el link para que continúen la lectura con opiniones de escritores y un neurólogo, más el link del cuento para bajarlo en pdf.
Ireneo Funes nació en 1868, en Fray Bentos, Uruguay. Hijo de María Clementina Funes, una planchadora del pueblo, y un tal O'Connor, médico del saladero según algunos, aunque otros dicen que se ganaba la vida como domador o rastreador en el departamento de Salto. En todo caso, la impronta paterna es bastante imprecisa. Ni siquiera se conoce el nombre de pila.
Ireneo tenía dos rasgos que caracterizaban su aspecto insondable: no darse con nadie y estar siempre al tanto de la hora. Sin consultar el cielo ni mirar el reloj, sabía la hora con exactitud. Y cuando se la consultaban, solía responder con una voz aguda y burlona, poniendo el acento en los minutos.
El primo de Borges, Bernardo Haedo, solía desafiarlo en cualquier esquina. Junto a él Borges vio a Funes por primera vez, durante uno de los plácidos veranos en que se hospedó en la estancia San Francisco, del padre Bernardo, sobre el río Uruguay, muy cerca de Fray Bentos.
Era un atardecer de marzo o febrero de 1884. Volvían a caballo, cantando, después de un día bochornoso y con ansias de tormenta. En ese momento, apareció un muchacho corriendo por una estrecha y rota vereda. Oscureció de golpe e imprevisiblemente, el primo de Borges le gritó, poniéndolo a prueba: "¿Qué horas son, Ireneo?". Sin detenerse, Funes le respondió: "Faltan cuatro minutos para las ocho, joven Bernardo Juan Francisco".
Por eso lo llamaban el "cronométrico Funes". Nunca fallaba en su percepción del tiempo. No era una adivinación. Lo hacía por gusto, siempre con un cigarrillo, el rostro duro, vestido con bombachas y alpargatas.
Para Pedro Leandro Ipuche (1889-1976), poeta uruguayo iniciador del "nativismo", Funes era un precursor de los superhombres. Lo llegó a calificar de "Zaratustra cimarrón y vernáculo". Si bien Borges era un gran admirador de Ipuche (ver "La criollidad en Ipuche", Proa , segunda época, Buenos Aires, año 1, número 3, octubre de 1924), prefería considerar a Funes un compadrito de Fray Bentos con ciertas incurables limitaciones.
De aquel efímero cruce (cuya fugacidad más tarde Ireneo lamentaría), Borges lo recuerda de cara taciturna y aindiada, con manos afiladas de trenzador y voz pausada, "resentida y nasal del orillero antiguo".
Los dos veranos siguientes, la familia de Borges decidió veranear en Montevideo. En ese tiempo, ocurrió el accidente de Ireneo.
La volteada de Funes fue famosa en todo el pueblo. No tanto por la violencia del golpe como por las consecuencias que tuvo la caída en su acérrima memoria.
Con 19 años, fue derribado de manera imprevista por un redomón en la estancia de San Francisco y quedó, según cuentan, completamente tullido. Inmovilizado en un catre, con los ojos puestos alternativamente en la higuera del fondo o en una telaraña, viendo de cerca o de lejos cosas distintas, pero siempre desde el mismo lugar. Esto es: en la pieza del fondo, detrás de la reja de la ventana, a veces con los ojos cerrados y otras absorto en la contemplación de un oloroso gajo de santonina.
Pasaba sus días en un rancho decente, con dos patios de baldosas y una parra, junto a su dedicada madre. Pero el hecho de que estuviera postrado no le significó un aislamiento. Todo lo contrario. Los efectos del accidente lo volvieron omnipresente. El mundo y la historia desfilaban por su mente.
El propio Borges fue quien descubrió este tardío y repentino don de Funes. En febrero de 1887, cuando volvió con su familia a Fray Bentos, Borges había llevado consigo varios libros, lectura propicia para un veraneo de llanura; entre ellos, un volumen impar de la Naturalis historia , de Plinio (obra fundamental de consulta en cuestiones científicas durante la Edad Media). Al enterarse de esta posesión "anómala", Ireneo Funes le envió una carta florida y ceremoniosa, en la que le recordaba el encuentro "desdichadamente fugaz" del día 7 de febrero del año 84 y le solicitaba con gentileza el préstamo de la Naturalis historia , acompañada por un diccionario. Prometía devolverlos en buen estado, casi inmediatamente. De esa carta se puede deslindar su letra. Era perfecta y la ortografía, muy particular, como la preconizada por Andrés Bello: la "i" por "y" y la "j" por "g".
Un anuncio repentino llevó a Borges a apurar la devolución. El 14 de febrero le telegrafiaron desde Buenos Aires para avisarle que su padre estaba muy mal. Convenía que volviera inmediatamente.
En la noche previa a su viaje de regreso, pasó por el rancho de Funes, quien le reveló su más preciado y fatal secreto.
En una conversación casi en penumbras, Funes le contó que después del accidente había perdido el total conocimiento y al recobrarlo, "el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido". Era el presente de la memoria, de las memorias más remotas a las más triviales. Apenas le importó saber que quedaría paralizado toda su vida, incluso que su vida tampoco duraría tanto. Estaba maravillado por su percepción rememorativa. Tenía algo de infalible. Todo lo que vivía, miraba, soñaba o percibía se almacenaba en una suerte de presente perpetuo.
No eran recuerdos simples; según contó Funes, "cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares". Y como no olvidaba ningún detalle del día, necesitaba de un día entero para recordarlo. Llegó a calificar su memoria de "vaciadero de basura". Allí entraba toda la historia del mundo. Pero tenía un problema de ocupación. Tantos detalles, tantos pormenores recordados, le impedían pensar. Borges le buscó una explicación: "Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos".
Funes era casi incapaz de ideas generales, platónicas. Le costaba entender, por ejemplo, los colectivos o las nominaciones genéricas. El caso más famoso que recuerda Borges es el del perro: "Le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)". Por otra parte, no sólo recordaba lo que veía sino su propia percepción de lo observado. "No sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado." Es decir, conservaba el momento en que esa hoja se posaba en su mirada. Y recordaba el estremecimiento de sus ojos.
Imposible dormir en estas circunstancias. Uno se duerme cuando olvida.
Ahogado en el mar de su memoria, Ireneo Funes murió en 1889. Motivo: congestión pulmonar. ¿Habrá sido su vida, como dijo Borges muchos años después, "una larga metáfora sobre el insomnio"?

2 comments:

  1. Gracias amiga por visitarme y leer mi historia. En realidad no lo conozco, por lo que deduzco se trata de una pintura. Debe ser toda una belleza. Cuando quieras te comunicas conmigo. besos desde Venezuela. Judith

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  2. Hola Judith, no, es un relieve, voy a ver si encuentro tu email y te mando una imagen con comentario,
    Un beso y buen fin de semana!

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