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Monday, March 8, 2010

Artículo: El mayor enigma de la historia literaria

William Shakespeare. Imagen tomada de clarin.com, revista Ñ

Este artículo fue publicado el día de hoy, (autora es Adriana Dimopulos), y se presta a muchas discusiones. Tanto se ha hablado de la veracidad de los textos de Shakespeare, producción, creación, plagio, autoría, etc etc. Veamos esta nueva propuesta de análisis histórico:
¨Quién fue realmente? La discusión parece reencenderse con los datos develados por un desconocido académico alemán. Además , una charla con el taductor de los ¨Sonetos¨, Andrés Ehrenhaus, y un comentario sobre la notable biografía de Peter Ackroyd.



El mayor engaño de la his toria literaria ha llegado a su fin. O al menos, eso es lo que proclama una biografía re cién aparecida en Alemania bajo el prestigioso sello Insel Verlag. El detective encargado del ansia do develamiento es un académico desconocido de la ciudad alemana de Colonia, el autor material fue un satírico inglés del siglo XVII. Y el engaño tiene nombre y apellido: William Shakespeare.


Hace ciento cincuenta años que se levantó una primera voz planteando la duda, que todavía hoy inspira debates acalorados; aquel hombre nacido en el pe queño pueblo de Stratford-upon- Avon, hijo de un fabricante de guantes y de la reforma educativa de la reina Isabel, no había sido el mayor autor en lengua inglesa. Ni Hamlet ni El mercader de Vene cia eran personajes de la pluma de este actor y prestamista. El escán dalo fue breve, pero dejó huella. Como primer candidato alterna tivo a la autoría de las obras de Shakespeare apareció el filósofo Francis Bacon, y hasta Nietzsche dio crédito a esta primera hipóte sis. Más tarde, la sortija fue a parar a manos del conde de Derby, pe ro al igual que Bacon, estaba vivo cuando se publicaron las primeras obras completas de Shakespea re en 1623, cuando se considera muerto al autor. ¿No fue entonces el poeta y espía Christopher Mar lowe? Según los defensores de su candidatura, en lugar de morir de una herida de puñal a los 29 años podría haber seguido viviendo en la clandestinidad para imaginar el amor de Romeo y Julieta. Pero hubiera debido convertirse en un mejor poeta del que era, y eso ni el peligro de muerte lo logra. 


El rostro verdadero 
No, dice el académico y biógrafo alemán Kurt Kreiler, siguiendo una tradición de casi cien años: el autor de las obras firmadas por un tal William Shakespeare es nada menos que el conde de Oxford, Edward de Vere. Conocido por su mala fama, de sangre aristocrática, De Vere fue un personaje muy acorde a una época de Inglaterra llena de intrigas y traiciones. La reina Isabel trataba de imponer el protestantismo, entre otras cosas para salvar su derecho a la corona, pero los católicos ingleses conspi raban, lo mismo los escoceses y los españoles desde la Península. De Vere creció ligado a la corte. Se casó, al igual que el otro William, el de Stratford, con una tal Anne, pero ésta no era hija de granjeros sino de sangre azul. Para enton ces, De Vere había disfrutado de una educación ejemplar: latín, teología y francés, italiano y danza, bajo la tutela de intelectuales y cus todiado por un tío que tradujo las Metamorfosis de Ovidio. Con sólo diecisiete años fue procesado por la muerte de uno de sus servidores, y dado por inocente. Solía escribir versos y tener deudas. Pronto lle garon los viajes oficiales; con una carta de recomendación de Isabel recorrió Francia, Alemania e Italia, y conoció las costumbres y las intri gas de otras cortes, las vidas de no bles, intelectuales y regentes, que no excluían condesas que manda ban matar a sus maridos a puñal, ni esposos que ahogaran amantes en sus camas. Las malas lenguas dijeron que De Vere volvió de su viaje a Italia con jóvenes compañe ros masculinos. Al llegar, escuchó rumores de que su esposa Anne le había sido infiel y, de inmedia to, la abandonó. Más tarde acusó de conspiración a dos antiguos amigos, y una vez apresados, ellos aseguraron que De Vere, conde de Oxford, había planeado la muerte de muchos nobles y conseguido la de algunos, que traicionaba a la reina, que era ateo, mentiroso, borracho y otros males que no convencieron a los jueces. Los anti guos amigos fueron condenados y él quedó libre. Pero al poco tiempo llegó la caída. Oxford dejó embara zada a una joven que era dama de la corte y esto enfureció a la reina Isabel. Por tres años no pudo pres tar servicio a la corona. Regresó a los brazos de su esposa, enviudó, se casó con una mujer que tenía fa ma de tirana y que le dio el ansiado heredero varón, Henry de Oxford. Murió poco después de llorar la muerte de la reina.

Pero este "monstruo", como lo llamaron sus detractores, no gastaba su tiempo en intrigas rea les sino en imaginarias. En todo lo que De Vere dejó de brillar, en la batalla y en la corte, lo hizo en sus obras de teatro. Esta es la tesis de su biógrafo, y después de una lectura de las seiscientas páginas del libro, no queda más que con vencerse. A partir de un arduo laberinto de indicios literarios e históricos, Kreiler construye un mosaico donde el retrato del con de de Oxford acaba por coincidir con el del autor llamado William Shakespeare. Los motivos abun dan: la educación de Oxford in cluyó el estudio de autores griegos y latinos presentes en la obra de Shakespeare; durante su juventud

se hacía llamar "Spear – shaker", el que agita la lanza. De ahí, ase gura Kreiler, que en muchas de las primeras ediciones aparezca el nombre del autor separado por un guión: Shake-speare. Menos una, todas las ciudades que visi tó en Italia figuran en las obras de teatro del gran autor inglés. Lo mismo ocurre con doscientos pasajes subrayados de una Biblia que, se sabe, perteneció a Oxford. Además, el conde prologó y apa drinó la edición de un libro italia no que los estudiosos reconocen como el que Hamlet lee mientras recorre el castillo de Helsingör. Y la lista continúa en decenas de referencias en las obras propias y en las de sus contemporáneos, en una época donde los seudónimos y los juegos literarios estaban más que de moda, y los autores mante nían disputas en clave.

Si sabemos, asegura Kreiler, que De Vere escribía versos, hacía música y tenía su propia compañía de actores, que cobraba de la coro na mil libras al año por servicios que nunca se especificaron, si po demos encontrar tantas señales y coincidencias, no hay motivo para seguir insistiendo en que Shakes peare fue aquel hombre de pueblo que apenas si podía escribir su nombre y que nunca lo hacía co incidir con el del poeta, sino que firmaba Shakspere (sin la primera "e" ni la segunda "a"). No se ha conservado nada literario de este "cisne de Avon"; en su testamento, sólo le deja dinero a sus hijas y su "segunda mejor cama" a la esposa. Ni un libro, ni un manuscrito¨. 

Para continuar leyendo esta intriga, ver el link

4 comments:

  1. Que sorpresa me causó leer esto, no tenía idea de la discusión sobre la identidad de Shakespeare!

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  2. Hola Silvia, esto no es lo peor, un lector de Clarín decía que lo que importaba era la obra realizada, no si Shakespeare era otra persona. Lo peor, es que mucho se ha discutido sobre la obra, hay estudiosos que dicen que hubo plagios. Yo no soy experta Shakespearena, y me remito a reproducir textos que están apoyados por investigaciones exhaustivas.
    Un beso,

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  3. Es muy sugerente y atractivo el descrédito de creencias arraigadas, pero hay que ir con mucha cautela, si no lo que hay es mucho ruido y pocas nueces: "much ado about nothing". He leído los argumentos de Kreiler y resultan atractivos, pero en absoluto me parecen concluyentes. Recomiendo a los interesados el breve y lumninoso estudio biográfico de Shakespeare de Brygson. En español está en la editorial RBA.

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  4. Gracias Ricardo por tu comentario y recomendación. Yo me mantengo escéptica, como decís, no hay pruebas concluyentes. Pero la intriga es interesante y debe haberle dado sus buenos frutos a Kreiler. Saludos

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