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Monday, February 22, 2010

Acerca de ¨Un Alma Para el Espacio Litúrgico¨, de Ciro Lomonte

“The Glory of Christmas” en la  Crystal Cathedral. De

He visitado el templo cristiano Crystal Cathedral diseñado por el arquitecto Philip Johnson en Garden Grove, California, dos veces. A pesar que lleva el nombre de Catedral, el edificio no está imbuido de espíritu místico. Si bien es hermoso, impresionante, la glorificación de la luz y las estructuras metálicas de barras, más bien parece un edificio público con cualquier  otra función. Característica lograda a través del objetivo: la creación de un gran estudio de TV.
En 1970, el mediático pastor evangelista Robert H. Schuller predicaba a una congregación de millones en escenarios de TV, en su programa dominical ¨The Hour of Prayer¨. Schuller creyó que podría diseñar él mismo un espectacular estudio de TV, pero luego comprendió que necesitaría un arquitecto, y para ello contrató al arquitecto más famoso del momento en EEUU, Philip Johnson.
Templo o no, yo admiro a este edificio, porque me produce emoción entrar bajo un cielorraso blanco bajo y, repentinamente, descubrir el increíble cambio de escala dentro de una estructura donde todo el cielo puede ser visto.
En el interior del edificio, no hay alegorías, -los cristianos no permiten imágenes- sin embargo, las hay afuera, en los jardines. Y, a pesar de la ausencia de cuadros y estatuas en el interior de la catedral, cuando se acerca Navidad, se ofrece el gran evento ¨The Glory of Christmas¨ (La Gloria de Navidad), que cuenta con actores y animales reales. A decir verdad, nos dejan más que las imágenes, porque los animales pueden olerse aún cuando no están presentes.
“The Glory of Christmas” en la Crystal Cathedral. De
Los métodos del pastor Schuller me han recordado métodos similares en la Iglesia católica, institución que por el contrario, siempre ha dado un lugar primordial al ornamento y el imaginario sagrado para evocar los hechos históricos.
Propongo aquí leer algunos párrafos pertenecientes a la publicación del arquitecto italiano Ciro Lomonte “A Soul for the Liturgical Space” (Un Alma para el Espacio Litúrgico) quien vive y trabaja en Palermo, Sicilia y es diseñador de iglesias, experto en la temática.  El arquitecto Lomonte también ha editado en italiano L’Architettura del Corpo Mistico. Progettare chiese secondo il Concilio Vaticano II de Steven J. Schloeder (L’Epos, Palermo 2005).
Las preguntas que me inquietan es si todos los arquitectos están calificados para diseñar espacios sagrados? O ellos se enfocan en su promoción personal sin tener en cuenta lo que los fieles sienten? Cuáles son las consecuencias de los procedimientos modernos?. Veamos entonces lo que el arq. Ciro Lomonte escribe al respecto (párrafos seleccionados):

¨Las iglesias modernas no convencen. Al visitarlas, se percibe la dificultad de los contemporáneos para expresar lo trascendente en las obras de arte sacro. Los fieles están condenados a frecuentar iglesias parecidas a menudo a gimnasios, garajes, supermercados, escuelas o directamente piscinas. Tal vez la intención de quienes las diseñaron era reproducir las situaciones de la vida cotidiana en los lugares destinados al encuentro con la Trinidad. Y sin embargo en estos ambientes enajenantes no se logra establecer relación alguna con Dios ni con los hombres. Se advierte a veces la soledad como en ningún otro espacio. Y uno piensa que la iglesia ya no es el lugar donde se ora, sino donde tiene lugar la asamblea, precisamente como ocurre en las aulas de culto protestantes.........
Es comprensible la insatisfacción que dio origen hace más de veinticinco años a movimientos como el de la arquitectura tradicional, una corriente artística que propugna un retorno a las formas del pasado; pero el remedio es peor que el mal, por cuanto es más bien irrazonable proponer nuevamente en cemento armado estilos nacidos en otras épocas, en otras culturas, con otros materiales y distintas soluciones tecnológicas.


La liturgia católica necesita el ornamento simbólico porque las señales evocan y actualizan hechos históricos. Además, la Revelación atribuye gran valor al cuerpo y la materia. El arte moderno carece de recursos para expresar esta verdad, entre otras cosas porque se dirige a una élite de intelectuales y no a una comunidad variada de fieles comunes. Si alguien quisiera entrar en nuevos recorridos de desarrollo de la arquitectura y las artes figurativas, debería considerar el mérito de los motivos que han llevado a las vanguardias a rechazar la representación del cuerpo. Éste es el problema central, y no el de las técnicas, puesto que el programa iconográfico del espacio litúrgico se presta para complejas instalaciones, de gran actualidad. No es indispensable comenzar nuevamente a pintar las paredes al fresco (técnica por lo demás desconocida por la mayor parte de los artistas contemporáneos). Podría intentarse, por ejemplo, el uso de videos, siempre que ayude a describir en su integridad el misterio cristiano.


Examinemos en segundo lugar las insuficiencias funcionales. Proyectar una iglesia requiere una comprensión de los lugares de celebración, en especial la tribuna para la lectura de la Palabra de Dios y el altar en el cual se renueva el sacrificio del Calvario. El proyecto debería partir por el altar y no por el revestimiento.
Desde este punto de vista, las principales responsabilidades por el carácter inadecuado de las iglesias modernas recaen sobre quienes las encargan.
........... hay un rechazo al valor central de la Eucaristía y la naturaleza jerarquica de la Iglesia, cuyo origen reside en el sacrificio del altar. El edificio para el culto es considerado ciertamente semejante a los organismos vivos, pero de tipo elemental, como la ameba o el paramecio. Éstos serían los nuevos términos de comparación para diseñar una iglesia, ya no el cuerpo humano, como se ve en cambio en los tratados de arquitectura del Renacimiento. En realidad, no es trivial el hecho de que los autores de los manuales introduzcan la figura humana, señalada por Vitruvio como “medida de todas las cosas”, en el interior de la planta de las iglesias en cruz latina, en un juego de rebotes simbólicos entre los miembros vivos del Cuerpo Místico y las partes del organismo arquitectónico.
Para proyectar los lugares donde la Iglesia local se reúne para celebrar los sacramentos, es necesario referirse precisamente a estas definiciones trinitarias¨.
El arq. Lomonte, incluye en su publicación fotos asombrosas de íconos extraños en la Iglesia de de Saint Luca in Graz, Austria, que yo reproduzco con su permiso:
Altar. Acaso el artista quiso significar que el sacrificio de Cristo puede ser celebrado en todas partes, incluso en la naturaleza?
Tabernáculo
Las luces del tabernáculo. Acaso significa que Cristo está presente en todas las ciudades? O es un signo de advertencia que nuestras almas debieran estar limpias para la comunión?

El proyecto del espacio sagrado constituye un desafío no sólo para los arquitectos, sino también para los artistas, artesanos y liturgistas. Paradójicamente, se cuenta con recursos financieros, pero lo que falta son las ideas.
Para encontrar el camino adecuado, son útiles también los aportes de los filósofos, historiadores, arqueólogos, y teólogos. ¿Por qué no dar vida a un amplio debate sobre este tema en las paginas de Humanitas? Se impone como condición negativa el hecho que la revista no se convierta en un nuevo escenario para viejos actores. Se dejan de lado definitivamente los lugares comunes añejos basándose en un argumento e hipótesis hermenéuticas carentes de fundamento.
La Misa es una celebración esencialmente dinámica en la cual se renueva y propone nuevamente el sacrificio del Calvario, reasumiéndose enteramente la historia anterior e posterior de la humanidad. El Redentor permanece clavado en la cruz hasta el fin del mundo, ofreciendo un apoyo misterioso a todo ser humano que naufraga en el torbellino de una vida aparentemente sin sentido. En las iglesias hay 
que representar la rotación del cosmos y la historia en torno a su eje efectivo, hasta el momento en que se manifieste en forma diáfana en la Jerusalén celestial. La arquitectura debe apoyar este movimiento, resultado que no se obtiene con la disposición superficial de las sillas en torno al altar, porque por lo demás los lugares de la celebración son múltiples. Al respecto, puede ser útil recordar la relación física con el punto cardinal del cual surge el sol.

«El sacerdote dirigido hacia el pueblo da a la comunidad el aspecto de un todo cerrado en sí mismo. Ésta ya no se encuentra – en su forma – abierta hacia delante y hacia lo alto, sino cerrada en sí misma. El acto mediante el cual todos nos dirigíamos hacia el oriente no era una “celebración hacia la pared”, no significaba que el sacerdote “volvía la espalda al pueblo”: éste no se consideraba en suma tan importante. De hecho, así como en la sinagoga todos miraban hacia Jerusalén, aquí todos nos dirigíamos juntos “hacia el Señor”. Empleando la expresión de J. A. Jungmann, uno de los padres de la costitución litúrgica del Concilio Vaticano II, se trata más bien de una misma orientación del sacerdote y del pueblo, conscientes de caminar juntos hacia el Señor. Ellos no se encierran en un círculo, no se miran recíprocamente, sino, como pueblo de Dios en camino, están partiendo hacia el oriente, hacia el Cristo que avanza y viene a encontrarse con nosotros»



El tema presentado aquí se continúa en el manifesto por

Todo arquitecto, diseñador, artista, tiene el derecho de expresar su arte. Pienso que el problema reside en lo que la gente percibe y comprende, lo cual es un tema muy delicado considerando que tratamos con la religión. No estoy segura si la comunidad de Graz está preparada para comprender las intenciones del artista, dejando de lado las cuestiones litúrgicas aquí expuestas.
Para aquéllos lectores que se interesen en el texto completo del arq. Lomonte, por favor me contactan por email (ver profile) y con mucho placer contactaré a mi vez a su autor.


REFERENCIAS
Lomonte, Ciro. Un alma para el espacio litúrgico. Revista Humanitas, Santiago del Cile, n° 36, octubre-diciembre 2004
Great Buildings of the World by editors of Time. Page 68. New York, 2004

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