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Wednesday, November 28, 2012

Royal Society Winton prize for science goes to James Gleick


This is one of my favorite books, now I have two at home. And I´m so happy to know that it´s author, James Gleick has won a prize. For those who research on fractality, this book Chaos, can´t be missed.
From Guardian.co.uk:

¨There's always an awkward moment before somebody opens the envelope and reveals the winner, and it usually has to be filled with urbane chatter and cautious modesty. I'll end the suspense now: the £10,000 Royal Society Winton prize for science books was won by James Gleick with The Information, an account of communication technology which sweeps from prehistoric talking drums to telegraph wires and the modern internet.
The awkward delay on this occasion was compounded by a television timetable: the winner was to be announced and interviewed live on Channel 4. So before the announcement, and having read out specimens of their texts – and you can have a look for yourself here – the evening's moderator, the comedian Ben Miller, called the five attending hopefuls to sit on stage at the Royal Society and engage in a panel discussion.
That is a tough call, when you are waiting to hear if you've just collected £10,000, and it must have been especially tough for Steven Pinker, whose The Better Angels of Our Nature had also just failed to bag the Samuel Johnson prize. Gleick – yet to learn that he had won – contemplated the colossal flood of information newly available at the touch of a keyboard and reminded the audience that he was addressing them on Cyber Monday ("something to do with shopping. I didn't make that up. Google it after we are done.") Paradoxically, people sometimes felt they were drowning in information. "We have devices in our pockets that instantly let us get information," he said. He saw such devices as new agencies in an old ambition to make sense of the world. "They ought to be making us more conscious than ever that information is not knowledge – much less wisdom."
James Gleick: too much information. Photograph: Mark Jenkinson/Corbis

Sunday, November 25, 2012

What Was on the First Thanksgiving Menu?


Harvest image. From cumbavac.org
Thanksgiving is away now, but there are still some left overs of turkey, relish, cranberry sauce, pumpkin pie and so on. But if you wonder about the original food, let´s read an excerpt from an article by Brian Handwerk at National Geographic.com:

Thanksgiving 2012 Myths and Facts


Little is known about the first Thanksgiving dinner in Plimoth (also spelled Plymouth) Colony in October 1621, attended by some 50 English colonists and about 90 Wampanoag American Indian men in what is now Massachusetts.
We do know that the Wampanoag killed five deer for the feast, and that the colonists shot wild fowl—which may have been geese, ducks, or turkey. Some form, or forms, of Indian corn were also served.
But Jennifer Monac, spokesperson for the living-history museum Plimoth Plantation, said the feasters likely supplemented their venison and birds with fish, lobster, clams, nuts, and wheat flour, as well as vegetables, such as pumpkins, squashes, carrots, and peas.
"They ate seasonally," Monac said in 2009, "and this was the time of the year when they were really feasting. There were lots of vegetables around, because the harvest had been brought in."
Much of what we consider traditional Thanksgiving fare was unknown at the first Thanksgiving. Potatoes and sweet potatoes hadn't yet become staples of the English diet, for example. And cranberry sauce requires sugar—an expensive delicacy in the 1600s. Likewise, pumpkin pie went missing due to a lack of crust ingredients.
If you want to eat like a Pilgrim yourself, try some of the Plimoth Plantation's recipes, including stewed pompion (pumpkin) or traditional Wampanoag succotash. 

Tuesday, November 20, 2012

La escalera y biblioteca de la Abadía de Melk que inspiraron a Umberto Eco

Escalera de la abadía benedictina de Melk. Foto bajada de
http://www.viajes.net/blog/2009/05/10/la-vertiginosa-escalera-caracol-de-melk-austria/

¨El Nombre de la Rosa¨ es uno de mis libros favoritos, y tal vez más que el libro, la película, con esas imágenes tan dramáticas y hermosas.
Hoy dí de casualidad con esta foto de la escalera de la abadía benedictina de Melk y leía en el blog de viajes que está diseñada por el arquitecto austríaco Jakob Prandtaauer y conduce a la biblioteca de la abadía que tiene ejemplares antiguos y muchos incunables.
Pues esta escalera y la biblioteca fue la fuente de inspiración de Umberto Eco para El Nombre de la Rosa.

Biblioteca de la Abadía de Melk. Foto de emgonzalez y bajada de Wikipedia.org

¨Más de 100.ooo volúmenes de lectura, 1.200 manuscritos del siglo IX al siglo XV, 600 manuscritos de los siglos XVII y XVIII, y 750 incunables conforman un legado bibliográfico y patrimonial dificilmente superable. Parte de esta importantísima recopilación es consultado por  filológos,  y los alumnos que reciben clases en la abadía.
La biblioteca, además, es una de las estancias más visitadas por los turistas, donde destacan dos extraordinarios mapamundi, y los frescos realizados por el pintor Troger
Texto tomado de 
Foto de cassetteject

Saturday, November 17, 2012

La chica del dragón tatuado. The girl with the dragon tattoo. Un best seller ridículo y no plausible


Por fin he terminado de leer este libro tan famoso. Tengo una traducción en inglés que tiene por título The Girl with the Dragon Tattoo. Aparte de no tener mucho tiempo para leer novelas, reconozco que cuando un libro me gusta, el tiempo lo encuentro, pero esta vez, intentaba pasar las páginas y me dormía.
Compré el libro con muchas expectativas, tanta propaganda le han hecho, al menos en EEUU lo describen como una novela ¨fenomenal.¨  Al llegar a la página 200 de 600 aproximadamente, me preguntaba cuándo empezaría la acción y qué cuestión lo habría hecho tan famoso, además de la muerte de su autor  Stieg Larsson (con los problemas familiares de herencias-derechos en consecuencia). Y pensé en dos teorías:
1) ¿Será el primer best seller de Suecia?
2) ¿Habrá en Suecia tantas mujeres abusadas que el tema  se hizo un boom?
Mi hija menor de casi 16, ante mi disgusto por el libro, me abrió los ojos: ¨Mamá, es un libro de adolescentes. En mi colegio los chicos van a ver la película (norteamericana) y luego compran el libro¨. Algo así como lo que sucedió con la saga de Twilight, pero a menor escala.

Vamos al plot:
Un periodista sueco, Mikael Blomkvist es acusado de publicar acusaciones graves contra un gángster millonario, Wennerström, con pruebas falsas. La revista en la que trabaja se empieza a hundir comercialmente, y cuando él se retira, lo contacta un anciano magnate -Henrik Vanger- para que escriba la crónica de su familia, aunque el verdadero motivo es que luego de muchos años de cerrado el caso, investigue a la vez la supuesta muerte de su sobrina Harriet, cuando ella contaba con 16 años, en la década de los ´60.
Lisbeth Salander, es una jovencita con problemas de comportamiento, ha pasado por el alcohol, las drogas, ha sido abusada, y en consecuencia lleva una vida entre gente ¨non santa,¨  se viste como los punks de los ´80, luce anoréxica, fuma constantemente y se encuentra bajo cuidado legal.
No obstante, es inteligente y trabaja como investigadora en una empresa de seguridad. Ella es recomendada a Blomkvist para que lo ayude a encontrar al asesino de Harriet, lo cual, luego de analizar muchas fotos del día de su desaparición, resulta más sencillo dado que Lisbeth es hacker, y de las mejores. El análisis fotográfico se suma a un enigma de nombres bíblicos de mujeres con citas de versículos y los conduce a deducir crímenes no resueltos de un psicópata que posiblemente Harriet hubiera conocido. Este asesino del clan Vanger atrapa a Blomkvist y lo lleva a un sótano-cámara de tortura en su propia casa; casualmente, la delgadísima joven del tatuaje de dragón se entera justo a tiempo como para salvarle la vida a Blomkvist; ella golpea al asesino con un palo de golf y él se escapa (en vez de luchar), encontrando así su muerte, en un accidente automovilístico. 
Imposible encontrar una trama más ingenua y un perfil criminal tan trillado como un asesino bíblico.

Blomkvist y Salander en la película sueca. Imagen de sentinel-projects.com
La actriz dista mucho de ser anoréxica, especialmente en sus desnudos. Prefiero la bonita joven americana para el rol.

Finalmente, Harriet es hallada en Australia, ella había escapado de su hermano (el psicópata), quien junto con su padre (también asesino e iniciador del hijo), la habían abusado. Luego, Lisbeth, quien además se enreda amorosamente con Blomkvist, le deja al periodista una compilación de todo lo que encontró hackeando la computadora de Wennerström, quien parece tiene sólo una que lleva a todos lados (absolutamente ridículo). Blomkvist publica nuevamente contra Wenneström, y éste se escapa a España donde es asesinado por el cartel colombiano, dado que el gángster no puede cumplir con sus pagos, ya que Lisbeth Salander le roba -hackeando- los fondos de su cuenta en las Islas Caimán.

Uno de los comentarios que aparecen en el libro, como es habitual en la primera página, es que el plot tiene tramas y subtramas, como ¨muñecas rusas.¨
Pues no, al menos las muñecas rusas son parte una de la otra; este asunto del gángster está absolutamente separado de la búsqueda de Harriet y podría no haber estado, nada cambiaba. De hecho, he visto la película sueca, bastante fiel al libro, y apenas le dedican un par de minutos a esta cuestión.
El estilo literario: imaginen una sucesión de hechos relatados a la manera ¨él se levantó a las 9AM. Él se preparó el desayuno. Él se vistió y luego salió.... Blomkvist se preparó un sandwich (esta frase se repite ad infinitum)...¨ etc. Nada de emoción ni reflexión, salvo, cuando su empleador Vanger le ruega a Blomkvist que no publique la verdad de los hechos en su familia, ya que destruirían a su empresa y a Harriet misma, luego de todo lo que ha sufrido.
Blomkvist, se encuentra en la encrucijada moral-profesional, si seguir las leyes periodísticas y publicar, o sacrificarse y no hacerlo. Esta decisión es lo más importante del libro, y no se explora; si bien él se inclina por no afectar a Harriet, el profesionalismo con que lo describen durante el libro, se echa por borda cuando acepta muy feliz el reporte de Lisbeth sobre Wennerström, y no repara en que la jovencita (su amante esporádica) lo ha hackeado ilegalmente.

Creo que los jóvenes leen el libro porque muchos se sentirán identificados con el personaje de Lisbeth, todavía pululan punks en los colegios y estoy siendo antigua, porque ahora hay otras clasificaciones sobre los jóvenes que no encajan en una sociedad ¨normal.¨
El abuso, un tema muy mal tratado por Larsson. La joven lo acepta y luego lo provoca, por venganza. Lisbeth es ensalzada como heroína, a pesar de su violencia y sus ilegalidades; nada en el libro, excepto la venganza, se sugiere como solución al abuso y maltrato femenino.
En definitiva, no hay una postura fuerte del autor ni en este tema ni en aspectos económicos suecos que muy ingenuamente se deslizan al final.
Mi opinión, un libro RIDÍCULO, no plausible, con un personaje femenino interesante que no ha sido explotado. Una muestra de que todo es permisible, hasta el sexo libre con quien sea, claro está que estamos hablando de Suecia.....
No compraré el resto de la saga y tal vez algún día vea la versión norteamericana de la película, que por el trailer parece mucho más acertada que su original sueca.

Nota al pie: al tatuaje del dragón, apenas se lo describe y no hay pistas del porqué de la selección de un dragón. Otro punto perdido.
Fact: Cuando Larsson tenía 15 años, él presenció la violación de una amiguita llamada Lisbeth por tres gangsters y no hizo nada para ayudarla. Al día siguiente, él le pidió perdón, pero ella reaccionó con enojo. Este incidente lo afectó por años y fue parte de su inspiración.

Tuesday, November 13, 2012

De ¨Elogio al libro del artista¨ con ilustraciones de The Hypnerotomachia Polophili


He leído con mucho placer el artículo de Claudio Martyniuk para revista Eñe ¨Elogio al libro del artista,¨ que comparto parcialmente, pero también lo ilustro con las bellas imágenes de The Hypnerotomachia Polophili (Batalla de amor en sueño), aparentemente la primera novela escrita, publicada en 1499 por Manuzio (Aldus Manutius). Según Martyniuk, los especialistas la consideran la obra más bella jamás impresa.
Estas imágenes las he bajado de:



Arte o alienación


“¿Hasta qué extremos se puede llevar el arte de la edición?”, pregunta el escritor y editor Roberto Calasso (en La locura que viene de las ninfas). La edición es una forma de bricolage que puede ser una obra de arte o una tarea industrial destinada a reproducir un texto; excepcionalmente, ambas cosas a la vez. Aldo Manuzio fue el primero en imaginar una editorial en términos de “forma”, según Calasso, director editorial de Adelphi. La forma es criterio para la lección de títulos y, más aún, de la manera cómo un texto se hace libro. En esa objetivación intervienen el papel, la tipografía, la costura, la tapa y detalles que muestran una particularidad, un modo de edición que puede resultar memorable. Manuzio publicó en 1499 Batalla de amor en sueño, quizás la primera novela escrita, de autor desconocido. Lo hizo en folios, ilustrado con grabados. Para muchos especialistas es el libro más bello jamás impreso. Tres años después, Manuzio publicó a Sófocles, realizando el primer libro de bolsillo, que llamó parva forma, con esa “pequeña forma” cambió el modo de ejercitar el acto de leer. Los eslabones de esa tecnología forjada en la modernidad van desde Gutenberg hasta las actuales editoriales multinacionales. Pero en el continente de los libros están los manuscritos, las ediciones independientes y los libros de artista, los coleccionistas, los libreros sacerdotes, los lectores sedientos y reverenciales, las innovaciones y los ensayos con papel, palabras e imágenes. Por eso hay más que mercancía en un libro. Prescindiendo del dinero y del mercado, Calasso recuerda una experiencia de edición en la Revolución de Octubre, en medio de esperanza y penitencia: con imprentas cerradas se abrió la Librería de los Escritores, que permitió que entre 1918 y 1922 ciertos libros siguieran circulando, y como la edición tipográfica se hallaba imposibilitada, iniciaron la publicación de obras en un único ejemplar escrito a mano. 

El libro no concluye. Aunque haya culminado la época en la cual el libro era una carta a los amigos. Aunque cada tanto se vislumbre otro inicio y nuevos ocasos, en papel manuscrito o impreso –o proyectado en una pantalla–, el libro muestra la potencia de la imaginación y la representación, hilvanando la potencia del pensamiento, el trabajo de las manos, desdibujando las fronteras entre materialidades y formas: esto se hace especialmente presente en el libro de artista. En un sentido extenso, libro y arte resultan coextensivos. Y más aún: el libro, esa caverna que es proyección de otras más antiguas –Chauvet, Altamira, Lascaux– es la esfera paradigmática del arte. La plasticidad del libro acompaña la plasticidad de la imaginación. No sabemos lo que puede el libro, aunque la Biblia –por citar el paradigma– sigue mostrando su performatividad. Caverna en la caverna, el libro es big bang y bosón de Higgs a la vez: expande el universo y el mundo de vida, hace masa con la existencia e interviene en la modelación tanto de la sensibilidad como del pensamiento. El arte del libro logra hacerse uno con la piel. Lo que sentimos se conforma, entonces, de fragmentos de libros experimentados –¿dónde se hace más intensa la experiencia, dónde se fecunda más el anhelo de experimentar que en los libros? Nada más lejos que un libro de otro –basta poner, uno al lado del otro, Nox de Anne Carson, una caja almeja que guarda un fuelle de papel que despliega poesías e imágenes, y Crítica del juicio de Kant, una selva de letras editada por Porrúa, para advertir cómo esa lejanía provoca una suspensión de las distancias al trazar un vórtice que sacude al lector. Pero el “modelo estándar” de libro nubla galaxias en las que arte, artesanía, técnica e imaginación se conjugan de modos sorprendentes, mostrando contenidos en las formas. 

Formas de la intensidad

El libro es arte –si una pintura es arte, su reproducción técnica mantiene un eco de eso artístico; si una pieza musical es arte, su ejecución y grabación también lo es. La capacidad de darle mayor intensidad formal al libro es trabajo artístico. Si fuera posible ir más allá de esa fórmula para aclarar el arte del libro habría que trazar el perfil de una obra de arte, el cual, no haciéndole justicia a los matices, podría resumirse en dos: una coordenada artesanal, gestada a partir de maestros y en talleres, mediante ejercicios que ponen en tensión extrema los sentidos (entre ellos, las manos son determinantes: hacer una obra implica experimentar de manera táctil materialidades: cavernas, piedras, metales, tablillas, cuerdas, papel, lienzo, lápiz, aceites, teclados, pantallas); y otra dimensión perteneciente al cielo de la gracia, a la incierta fecundidad de la imaginación, al desigual florecimiento de dones y prodigios: lo mirabilis (El malogrado de Thomas Bernhard muestra el infinito infranqueable que separa al pianista genial del más excelente pianista que puede formarse con maestros adecuados). El velamiento de la primera dimensión –con acento en el trabajo– muestra el corrimiento moderno del centro, que pasa de la producción de una obra a su exposición, desplazando el eje de la labor a la búsqueda de efectos; en esta ansiedad performativa la exhibición de la obra suele agotarse en su gesto consumido: autoexhibición del autor en tanto demandante de espectadores. Este dar la espalda al mundo de la producción parece tanto desinhibición expresiva como demanda de reconocimiento, y acelera la caducidad de lo presentado como obra, pronto espectáculo olvidado. El éxito no es criterio; la obra no es salvada por la venta o los aplausos: la mayoría de los best-séllers terminan en el olvido; vuelven a ser pasta de papel. 

Pero aun si hay arte en la escritura y en la edición, hay un tipo de libro que, con cierta confusión, se llama “libro de artista”, como si sólo quienes se agrupan en la plástica fueran artistas. Pero el desenvolvimiento de este tipo de libros se realiza con intervención de un artista plástico. Es una definición imprecisa, que apunta a la intervención de otro arte en el arte del libro, a la intersección de materiales y lenguajes. Podría trazarse un linaje de este tipo de libros sin necesidad de remontarse a las tablillas babilónicas, los papiros enrollados, los libros de oración budistas, los dípticos de madera romanos, los códice de pergamino... y sí incluyendo Una tirada de dados jamás abolirá el azar de Mallarmé (él lo llamaba El Libro, obra absoluta que quedó inconclusa y que intervenía poéticamente en el papel en blanco y en la tipografía), Caligramas de Apolinaire, Dlia Dolossa de Lissitzky y Maiakovski, Die Kunstismen de Lissitzky y Jean Arp... hasta las obras de Dieter Roth, Sol LeWitt, Irma Boom, Jack Pierson y otros artistas contemporáneos. El artista pop Ed Ruscha realizó una obra considerada el paradigma de libro de artista: Twentysix Gasoline Stations, de 1962, publicada en 1963: veintiséis fotografías en blanco y negro de estaciones de servicio, sin texto, con un estilo documental, como si pasáramos frente a esas estaciones de servicio. Siguió con otros libros de similar minimalismo: Some Los Angeles ApartmentThirtyfour Parking Lots in Los Angeles..., siempre con fotografías impresas en papel ordinario, controlando la realización del libro. Marcel Broodthaers, poeta (La Bête noire, de 1961, recopila su poesía ilustrada por Jan Sanders, en una edición de veinte ejemplares numerados), en 1964 publica Pense-Bête, libro de artista en el cual pega sobre sus textos recortes de papel de colores; ese cubrimiento bloquea el acceso al conocimiento: el libro se muestra denunciando al libro como portador privilegiado de saber. Además, refuerza el bloqueo cubriendo una parte de un grupo de sus libros con un zócalo en yeso: el libro-objeto impide la lectura del libro-texto. En 1969 devuelve la lectura a la condición primaria de visión introduciendo vendas negras sobre los versos no lineales de Una tirada de dados jamás abolirá el azar, manteniendo la configuración trazada por Mallarmé: “la escritura poética queda reducida a la espacialidad de su inscripción”, señala la estudiosa del libro de artista Anne Moeglin-Delcroix. El gesto lleva al lenguaje a su opacidad y al libro a su singularidad de cosa, implicando en esta polaridad una interpelación que mezcla grito y mudez. 






Sunday, November 11, 2012

Tombstone: The Great Chinese Famine, 1958–1962


I have Argentine friends living in China, who still don´t have too much access to public social nets. I always wonder how it is to live in China, beautiful country from which I know some stories through Chinese co-workers.
Today, the review by Ian Johnson of the book ¨Tombstone. The Great Chinese Famine 1958-1962¨ has caught my attention:

¨The Xinyang Incident is the subject of the first chapter of Tombstone: The Great Chinese Famine, 1958–1962, the Chinese journalist Yang Jisheng’s epic account of the worst famine in history. Yang conservatively estimates that 36 million people died of unnatural causes, mostly due to starvation but also government-instigated torture and murder of those who opposed the Communist Party’s maniacal economic plans that caused the catastrophe. Its epicenter was Xinyang County, where one in eight people died from the famine. The sixty pages Yang spends on Xinyang are a tour de force, a brutal vignette of people dying at the sides of roads, family members eating one another to survive, police blocking refugees from leaving villages, and desperate pleas ignored by Mao Zedong and his spineless courtiers. It is a chapter that describes a society laid so low that the famine’s effects are still felt half a century later.

Originally published in 2008, the Chinese version ofTombstone is a legendary book in China.1 It is hard to find an intellectual in Beijing who has not read it, even though it remains banned and was only published in Hong Kong. Yang’s great success is using the Communist Party’s own records to document, as he puts it, “a tragedy unprecedented in world history for tens of millions of people to starve to death and to resort to cannibalism during a period of normal climate patterns with no wars or epidemics.”
Tombstone is a landmark in the Chinese people’s own efforts to confront their history, despite the fact that the party responsible for the Great Famine is still in power. This fact is often lost on outsiders who wonder why the Chinese haven’t delved into their history as deeply as the Germans or Russians or Cambodians. In this sense, Yang is like Aleksandr Solzhenitsyn: someone inside the system trying to uncover its darkest secrets.
Like The Gulag Archipelago, Yang’s Tombstone is a flawed work that has benefited by being shortened in translation. The original work spun out of control, with Yang trying to incorporate everything he found and constantly recapitulating key points. This is one reason why the original was over 1,800 pages and published in two volumes. The English version is half the length and reorganized by Yang in conjunction with the translators, Stacy Mosher and Guo Jian, and an outside editor, the University of Wisconsin’s Edward Friedman. The result is a much more compact book with Yang’s most important work clearly showcased.
The original book started out with fourteen provincial case studies followed by six “policy” chapters and eight “analysis” chapters. The translation begins, like the original, with Yang’s powerful chapter on Xinyang but then alternates provincial case studies with the broader chapters on policy and analysis. Only four of the fourteen provincial chapters are in the English translation but from my reading of both versions it seems that they have cut almost none of Yang’s key findings, including interviews with victims and those responsible for the famine, and his best scoops from the archives. The English version retains all six policy chapters and five of the eight analysis chapters.¨
Keep on reading:
Picture from http://laogai.org/blog/scholars-and-survivors-discuss-china-s-great-famine-laogai-research-foundation-conference
A propaganda poster during the "Great Leap Forward" movement. The words are translated as "A fat pig is like an elephant with a shorter nose, can feed the whole village's people for half a year." http://en.wikipedia.org/wiki/Great_Chinese_Famine
Chinese refugees returning to China from Hong Kong, May 1962. Getty images
Photo downloaded from beijingshots.com

Friday, November 9, 2012

Paul Rand. By Steven Heller


My eldest daughter has just bought "Thoughts on Design"  by Paul Rand. I know it's a great book and now I'll have the opportunity to borrow it from her.
"Paul Rand (born Peretz Rosenbaum, August 15, 1914 – November 26, 1996) was an American graphic designer, best known for his corporate logo designs, including the logos for IBM, UPS, Enron, Westinghouse, ABC, and Steve Jobs's NeXT. He was one of the originators of the Swiss Style of graphic design. Rand was educated at the Pratt Institute (1929–1932), Parsons The New School for Design (1932–33), and the Art Students League (1933–1934). From 1956 to 1969, and beginning again in 1974, Rand taught design at Yale University in New Haven, Connecticut. Rand was inducted into the New York Art Directors Club Hall of Fame in 1972. Rand died of cancer in 1996 in Norwalk, Connecticut." 
http://en.wikipedia.org/wiki/Paul_Rand

IBM poster. By Paul Rand. Wikipedia.org

Let's read about another book, " Paul Rand" by Steven Heller:

 It is not normally a compliment to claim that a 250-page book can be grasped quite intelligibly in a 10-minute browse. A medieval monk might take a month to meditate an intricately illuminated manuscript. A 17th-century savant could digest for days the densely printed columns of a scholarly tome. But the increasingly rapid 20th century has trained us all to assimilate, in a merely passing glance, the urgent headline, the peremptory traffic warning, the sales sign, the instant ad.
 That transmutation in the rhythms of reading, in tempos of comprehension and information flow, has been nurtured in the cells of graphic design. Its trajectory can be traced from the rousing street posters of insurgent Paris, the eye-catching theater bills of semi-illiterate Victorian London, through Soviet revolutionary agitprop and Dadaist typographical delight to the sleek inventiveness of Bauhaus modernism and the manipulative spectacle of Nazi rallies, all converging in the global self-proclamations of contemporary capitalism.
 The story is far from finished, but Paul Rand's work is affirmed as an important chapter in it, and aptly celebrated, in this book by Steven Heller, art director of The New York Times Book Review. It achieves this without shouting, simply by giving generous white space to some 300 illustrations of his work over six decades and arranging them to reflect Rand's range: from magazine covers and advertisements to book jackets and corporate logos, from children's books to annual reports, from product centers designed for I.B.M. to pedagogic exercises devised for Yale students. Rand's graphic work speaks quickly, easily, accessibly, often memorably. That, after all, was not only the esthetic credo of a generation but the functionalist demand of its commercial clients: an unrecognizable logo, unreadable business card or ambiguous letterhead was useless, and unidentifiable advertisements were dollars down the drain. (...)

In an older epoch, when much art was unsung craft, Rand might have been recorded simply as the anonymous Master of the I.B.M. Logo. Heller's book puts his name firmly on these graphics, on his period. It will remain there, honorably. But not quite beyond dispute. For the story continues. In 1912, two years before Rand was born (as Peretz Rosenbaum, another story), the Italian Futurist F. T. Marinetti coined the slogan ''parole in liberta'' (words set free). By the time Rand died, in November 1996, the cyberpunk update was ''Information wants to be free.''
Like other modernists, Rand helped create the taste by which he was enjoyed. But now, after the hard sell, soft sell, smart sell, stunt sell, the enigmatic elliptical ad. After unity, simplicity and clarity (with a dash of wit or whimsy), the dazzling dissolving layers of multi-message MTV, with text as digital texture. ''Do it in a way no one has ever done it before,'' Kurt Schwitters advised in 1923, and then designed beautifully lucid school timetables. Earlier in this decade the new-wave magazine Raygun followed that logic to an eye-jerking collision of fractured headlines, expressive fonts and densely overlaid graphics. Rand dismissed such typography as ''zany'' and ''indecipherable.''
Shifts in design impinge too far to be left solely to debates among designers -- precisely because they are not only ''art'' or ''commercial'' issues, where tastes and products can coexist in private, compete on gallery walls or supermarket shelves. A dominant design esthetic is public, inescapable, involving our involuntary exposure. The jacket of Heller's book shows Rand dwarfed by a billboard of his own devising. I can no more avoid a global advertising campaign than I can a cathedral in a village.
Some practitioners now believe that design, like T. S. Eliot's poetry, can communicate before it is understood. On a record sleeve, to be played with, perhaps. On a Web site, given sufficient download time, maybe. But I still need to read an airport departure board in a hurry, and I don't normally want the television listings to dance before my eyes. Above all, I prefer to understand how I am being persuaded. So it would be a mistaken compliment merely to browse this book, or to regard its subject as pure design history.

EXCERPT FROM THE REVIEW BY BERNARD SHARRAT:
http://www.nytimes.com/books/99/07/25/reviews/990725.25shar.html

Tuesday, November 6, 2012

The Demon-Haunted World. By Carl Sagan


I´ve only read one book by astronomer Carl E. Sagan: Cosmos, this was a gift I had from one of my best friends.
It is still inside a box in my native city, and though I have seen it many times on the bookshelves at the library, I don´t buy it again, thinking that the concepts are too old, and the amazing pictures can be better seen at Google Earth, just to start with.
Today, I´ve been reading this review by Tim Radford, the science columnist at Guardian.co.UK, here, some excerpts:

Carl Sagan. From thefamouspeople.com

¨Carl Sagan published The Demon-Haunted World in 1996, in a very different world. Cellphones were used only for phone calls and most people didn't have one; the circulations of newspapers were counted in millions and cynics said the world wide web was a passing craze. (.....)
Sagan spent most of his life taking other people seriously: he considered their fears, anxieties and obsessions; he understood the appeal of easy explanations and glib answers; and he made it his business to present the reality of the cosmos to readers and listeners in language that they could enjoy.
He did not expect people to know the facts of science – and he was conscious of science's own occasional complacencies – but he did want people to understand the substance of science: the notion that startling claims should be supported by evidence that can be tested and challenged. He enjoyed writing for the magazine Parade, which was syndicated to more than half of all US newspapers, because through it he had access to 80 million readers. He also enjoyed addressing the marvels of the world and the things ordinary Americans wanted to marvel at: these were not necessarily identical.
Many of the chapters in this book were originally written for Parade, which is why, even though we need people like Sagan more than ever, it has an oddly dated feel. This sense of being caught up in the receding past is simply explained: in the decade before the publication of The Demon-Haunted World, many Americans believed that they were at risk of alien abduction. Little green creatures with cadaverous faces might whisk them up into spaceships, penetrate their torsos and collect their vital bodily fluids before returning them to their beds in perfect condition. (....)
When this book first appeared, aliens were still reportedly creating crop circles in England and committing improper acts on mysteriously unmarked adults in America. A few years later, Ming the Merciless and his minions had boarded their flying saucers and fled: vampires and werewolves and other grisly phenomena had begun to displace aliens, joined by the psychokinetic athletes, crystal therapists, faith healers and spiritualists who feed on fascination with the unknown. (...)
After reading a book like this, scepticism seems a warm, positive thing: a tool with which to expose the real wonder of the world around us, as well as to dismiss the delusions. In the course of enjoyable dissections of human folly, he tells some lovely anecdotes. He is confident enough to tease the Dalai Lama; he is aware enough to speak knowledgeably about Leviticus, Exodus, Numbers and the Gospels; and he takes aim at embedded attitudes in American and other cultures that dismiss education and reject systematic curiosity.
His range of reference is phenomenal. In one essay he illuminates US constitutional history at the time of Thomas Jefferson; witchcraft trials of Wurzburg, Germany, in 1631; the manipulation of historic memory in Russia under Stalin (he confesses to smuggling Trotsky's History of the Russian Revolution into the USSR); the monopoly of media ownership; Linus Pauling and the test ban treaty of 1963; and Edward Teller's enthusiasm for the hydrogen bomb.
Nor is he afraid of going back to the things that matter, arguing in the next essay that Thomas Jefferson "believed that the habit of scepticism is an essential prerequisite for responsible citizenship. He argued that the cost of education is trivial compared to the cost of ignorance, of leaving government to the wolves."
He may not always be right (he says that the word "demon" means knowledge in Greek, although the Oxford Dictionary of Etymology says it means genius, or divinity) but he is always on the right side: the side of generosity, freedom, tolerance and scholarship. (....)

Sunday, November 4, 2012

The Phoebe´s Nest

never hung upon a thorn. Not perfect yet, it seems, however, for that little feminine eye has seen the need of one more touch. Away she flies, and in a minute more a downy feather, tipped with iridescent green, is adjusted in the cobwebs.

Text by W. H. Morse. Illustration by W. Hamilton Gibson. From the book Pastoral Days or Memories of a New England Year. Chapter Spring. New York, 1881

Saturday, November 3, 2012

Acerca de las terribles traducciones en folletos explicativos


Este tema ya lo hemos tocado anteriormente, pero nunca dejo de sorprenderme. Esta semana compramos algunos artículos para el hogar,  y ya sabemos que es mejor leer las instrucciones en inglés y no soportar los errores en las frases de las traducciones en manuales y folletos explicativos.
Pero esta vez, un artículo con patente pendiente, superó todas nuestras expectativas, es de Mainstays, un ¨heavy duty drying rack¨ (de uso pesado o intensivo), traducido como ¨tendedero de uso rudo.¨ Lo primero que a uno se le viene a la mente, es que por sus características rudas, tendremos una pelea con el tendedero, luego los errores de ortografía en el folleto son absolutamente increíbles, y no sólo la típica confusión ¨s¨ por ¨z¨, o viceversa, también letras faltantes, símbolos sobrantes y errores que ni un traductor on line cometería.
Y vaya que también hemos discutido sobre los traductores on line......
Un folleto de lámpara portable, Hampton Bay, me sorprendió gratamente. Muy correcta la explicación, salvo por mencionar al artículo constantemente como ¨luminario,¨ en vez de luminaria. Amigo lector, entre al RAE.com y busque ¨luminario, ¨ no encontrará resultados.
Podríamos suponer que cuando el artículo obtenga su licencia definitiva (¿porqué está a la venta si aún no la obtuvo?) habrá una corrección definitiva de las traducciones del inglés al castellano que correspondan al packaging (anglicismo aceptado en mi país).  Pues no la habrá, tal vez una revisión general.
Me pregunto si no existe una regulación para estas breves comunicaciones con el público (el cliente), lo mismo sucede si llamamos en EEUU a una empresa  y seleccionamos la opción ¨español,¨ que contiene un mensaje grabado de una persona hablando con errores de todo tipo, incluso para indicar números. Tal vez  en un país donde habita un crisol de razas, sea comprensible que todos cometamos errores en lenguas no nativas, al hablar, al escribir y publicar??
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